François Jacques Lefort, más tarde conocido como Franz Iakovlevitch Lefort (Франц Яковлевич Лефорт), nació en Ginebra el 2 de enero de 1656, hijo de un comerciante que deseaba que siguiera sus mismos pasos. Y a tal fin, cuando alcanzó los 14 años, su padre lo envió a Marsella para que se familiarizara con el arte de comerciar. Sin embargo, François tenía otros planes. Deseaba ser soldado. A los 18 años se marchó a Holanda y se enroló en el ejército con el doble objetivo de ganar prestigio y conocer mundo.
La amistad con el hijo del Duque de Curland, Karl-Jacob, determinó su futuro. Ambos jóvenes recibieron su bautismo de fuego atacando una fortaleza defendida por el enemigo junto al río Maas en Holanda. Su regimiento, al mando del futuro Duque de Curland, fue enviado a Nimega, donde las naciones europeas en conflicto negociaban lo que se llamaría el Tratado del mismo nombre entre España, que apoyaba a Holanda, y Francia. Alcanzada la paz, el coronel holandés van Frosten recluta oficiales para su incorporación al ejército ruso y Lefort se integra en la unidad de aquél. Desembarcan en Arkhangelsk, donde el gobernador se niega a darle el pasaporte para seguir hasta Moscú, pero finalmente lo consigue con la ayuda de un comerciante de Basilea. Llega a Moscú en febrero de 1676 y se instala en el Barrio Alemán (Nemetskaia sloboda), donde los artesanos alemanes, suecos y daneses hacen sus fortunas al servicio del zar. Lefort logra ser presentado al cónsul de Dinamarca, M. de Horn, quien aprecia su talante y pide lo acompañe a una recepción con el zar Teodoro III. Éste lo pone a su servicio con el grado de capitán.
Comienza la guerra entre Rusia y Turquía y Lefort es enviado al frente de Crimea, donde destaca por su valentía e inteligencia y el zar, convencido de la necesidad de disponer de oficiales extranjeros en su ejército, confirma a Lefort en su rango. A fin de reforzar más su posición, aprende ruso y se casa a los 22 años con Souhay, hija de un teniente-coronel francés al servicio de Rusia.
En 1679 recibe la orden de incorporarse a la guarnición de Kíev a las órdenes del General Patrick Gordon (militar escocés sirviendo los intereses de Rusia) y del todopoderoso príncipe Vasili Golitsin, quien valora muy positivamente el comportamiento del joven capitán.
Restablecida la paz, Lefort emprende viaje a Ginebra, donde llega el 13 de abril de 1682 y, a pesar de las recomendaciones de familiares y amigos, regresa a Rusia un mes más tarde, diciendo: Mon cœur est tout entier à la Moscovie. De camino conoce el fallecimiento del zar Teodoro III.
A su regreso a Moscú, la casa de Lefort se fue convirtiendo poco a poco en el lugar de atracción principal de Nemetskaia sloboda. Participaban, además de los residentes extranjeros, nobles rusos, como Vasili Golitsin. Parece que Lefort utilizó su buena relación con éste para ser ascendido a comandante.
En 1687 y 1689 Vasili Galitsin emprendió dos campañas contra tártaros y otomanos en Crimea, que resultaron en fracaso. Lefort, sin embargo, fue condecorado y ascendido a coronel.
En agosto 1689, el joven Pedro teme las intenciones de su hermanastra Sofía y se refugia en el monasterio de la Trinidad y San Sergio. El 4 de septiembre llegan al monasterio el general Gordon y el coronel Lefort para apoyar al futuro zar. El agradecimiento de Pedro se traduce en continuas visitas al Barrio Alemán, lo que no es muy bien visto por la nobleza rusa.
Lefort se convierte en asesor, jefe militar, diplomático y confidente del joven zar. Es quien vierte en Pedro ideas y costumbres europeas, y el zar se lo agradece colmándolo de regalos y entre ellos un ascenso a general a sus 34 años.
Pero la casa de Lefort en Nemetskaia sloboda resulta pequeña para recibir al joven zar y su séquito. Éste ordena modificarla añadiendo a la estructura una sala capaz de acomodar a 1500 huéspedes. Uno de los criados de Lefort describía así a su patrón: “En la Corte todo el mundo habla de Su Excelencia y Lefort. Son inseparables. Desde que Moscú es Moscú, nunca ha habido un extranjero dentro de sus fronteras que haya conocido tanta autoridad. Podría ser riquísimo si no fuera tan generoso, pero precisamente por ello ha alcanzado tan alta reputación.”
Lefort jugó un papel muy importante en la reorganización del ejército ruso, siguiendo el modelo de las fuerzas armadas europeas. Para instruir a los soldados y poder aplicarles una férrea disciplina le pidió al zar que le proporcionara una plaza cuadrada cerrada por 500 casa para los soldados y sus familias. Esta plaza de armas fue el germen del barrio Lefortovo que actualmente se puede visitar en Moscú.
Todavía a finales del siglo XVII Rusia no tenía salidas ni al Mar Báltico ni al Mar Negro. A pesar de su gran extensión territorial, carecía de puertos y de barcos. Los intentos militares del zar Alejo I y de la zarevna Sofia habían fracasado. Los historiadores creen que fue Lefort quien convenció al zar para que enviase un ejército de 30000 hombres a la ciudad de Azov buscando una salida al Mar Negro con lo que se establecerían lazos directos con los países europeos. En 1695 Pedro I ordena una campaña militar en la que figuraba su promotor el general Lefort, quien en batalla arrancó personalmente a los otomanos una bandera, hecho que supuso su promoción a Teniente General.
Azov era una ciudad fortificada por los turcos a orillas del río Don situada a unos 3 km del al Mar de Azov. Pedro I estaba convencido de que conquistaría fácilmente la ciudad, pero la falta de coordinación entre sus generales y una peor intendencia de alimentos y munición a sus tropas que la que recibían los otomanos desde el mar, hizo que las tropas rusas tuvieran que retirarse con un número importante de bajas.
El zar llegó a la conclusión de que necesitaba naves y eligió el pequeño pueblo de Voronezh para su astillero, como primer paso para poder cumplir sus ambiciones de navegar por los mares Negro y Báltico, este último en manos de los suecos. Soñaba también en acceder al Mar Caspio y establecer relaciones con los ricos países asiáticos. Pedro I ordena construir cinco navíos grandes y dos galeones nombrando a Lefort Almirante-jefe de la flota rusa. En el pueblo de Preobazhenskoye, a las afueras de Moscú, se levanta un aserradero que produce las piezas que son transportadas para su ensamblaje en el astillero de Voronezh. Lefort trabaja incansablemente entre Moscú y Voronezh, hasta enfermar, para cumplir los deseos del zar.
En la primavera de 1696 la flota rusa está integrada por dos navíos de guerra, 23 galeones y 4 brulotes (cargados de explosivos para ser lanzados contra los barcos enemigos) así como varias docenas de gabarras y botes. Este gran esfuerzo fue compensado con la toma de la localidad de Azov y la salida rusa al mar. En Moscú las tropas victoriosas, precedidas por los carruajes de los generales y el almirante Lefort, fueron recibidas como héroes desfilando bajo un arco de triunfo erigido para la gran ocasión. El zar mismo desfiló, espada en mano, desde el pueblo de Preobazhenskoye con los marinos que portaban 16 banderas arrebatadas al enemigo otomano.
Seis meses más tarde, Pedro I el Grande organiza la Gran Embajada (Великое посольство) presidida por tres altos dignatarios, uno de los cuales era Lefort, y en la que el propio zar viajaba de incógnito bajo el nombre de Pierre Mijáilov. Cada uno de los tres altos embajadores estaba acompañado por 12 caballeros y dos pajes. También había intérpretes, jinetes, médicos, cirujanos, sacerdotes y orfebres. En total, el séquito lo componían 250 personas incluyendo a guardias de seguridad y sirvientes. La Gran Embajada parte de Moscú el 20 de marzo de 1697 e invierte 18 meses en su periplo.
Eran los objetivos de la misión diplomática: establecer una alianza de las naciones europeas para expulsar a los turcos del Mar Negro, reclutar expertos europeos para Rusia y comprar armas y munición para las fuerzas terrestres y navales rusas, así como conocer los estilos de vida de las poblaciones europeas. Los embajadores de la misión prepararon visitas a Amsterdam, Berlín, Viena, Copenhague, Venecia y Londres. Francia y España fueron excluidas, la primera por sus relaciones con Turquía y España por hallarse a las puertas de la guerra de sucesión.
En Königsberg, Pedro aprende la profesión de artillero y en Amsterdam se hace aprendiz de carpintero. Deja a la Gran Embajada en Ámsterdam, se embarca con destino a Londres, en dónde permanece durante tres meses con algunos sirvientes. El rey Guillermo III de Orange (conocido experto en construcción naval, de muelles y artillería) lo visita en varias ocasiones. En Inglaterra, el zar visita la Academia de las Ciencias, la Universidad de Oxford, el castillo de Windsor, el arsenal de Woolwich, los muelles, una constructora de cañones y la casa de Isaac Newton.
En Viena se reúne con Leopoldo I de Austria con el que tampoco consigue forjar su esperada alianza. Por último, su visita a Venecia fue cancelada debido a las noticias sobre la sublevación de los streltsy que trataron de restaurar a la zarevna Sofía en el Kremlin durante la ausencia de Pedro I.
Regresa a Moscú el 5 de septiembre de 1698, tras 16 meses de viaje, que le permitió acumular muchos conocimientos en diversos campos, y poner los cimientos de la alianza Ruso-Sueco-Polaca en la Gran Guerra del Norte.
François Lefort murió en Moscú el 2 de marzo de 1699 a la edad de 43 años. Cuando le fue comunicada la mala nueva, Pedro lloró y pronunció estas palabras: “Nunca jamás volveré a tener un amigo tan fiel. Ya no me queda nadie en quien apoyarme”.
Por decisión del zar el entierro de Lefort se desarrolló con gran pompa. Lo abría el propio zar al frente de la primera compañía del regimiento de élite Preobrazhensky. Al ritmo triste de un tambor, desfilaron tres regimientos con las banderas arriadas seguidas de armones de artillería. Tras el carruaje fúnebre tirado por 16 caballos negros se veían a tres oficiales que portaban sobre cojines de terciopelo negro la gorra de almirante, la espada y las espuelas. Tras ellos un jinete con armadura resplandeciente y plumas precedía a los embajadores extranjeros y a casi un millar de nobles moscovitas.
Poco después del fallecimiento de su amigo y compañero de armas, Pedro el Grande quiso erigir un monumento a quien sirvió con total entrega a los intereses de Rusia. Por razones desconocidas no se llegó a levantar en tiempos del zar y siglos más tarde se puede ver a la entrada del parque en el barrio Lefortovo de Moscú el monumento-obelisco de Pedro I de Rusia y Franz Lefort.
Probablemente la estrecha amistad entre ambos se debía a que compartían temperamento y gustos. Lefort era un soldado hábil e infatigable, un anfitrión generoso y un resistente bebedor, cualidades éstas que Pedro apreciaba más que los calvinistas que Lefort había dejado en Ginebra.
Alexei Tolstoy en su famosa novela ‘Pedro el Grande’ describe como éste veía en Lefort “el reflejo de sus sueños de países lejanos, hermosas ciudades y puertos con barcos alineados y valientes marineros oliendo a tabaco y ron, tal como él se imaginaba cuando veía cuadros y hojas impresas que le hacían llegar de otros países”.
Y Gottfried Leibniz que conoció muy bien a Lefort durante los años que pasó en Rusia lo describía así en una carta a un amigo: “Fue quien metió en la cabeza del zar los planes de viaje y de reforma. Es un heroico bebedor. Nadie puede competir con él. Empieza a beber por la tarde y no aparta el vaso ni su pipa hasta tres horas después de la puesta de sol. Por otra parte, es un hombre de mente muy viva”.
MAG/18.03.2015