martes, 28 de abril de 2015

Aleksandr Serguéievich Griboyedov, artífice del teatro nacional ruso




Aleksandr Serguéievich Griboyedov, (Александр Сергеевич Грибоедов) nació en Moscú el 15 de enero de 1795 en el seno de una familia noble.  Su padre era un oficial desterrado a un pueblito en la provincia de Vladimir. Su madre le dio a su hijo una perfecta educación enfocada a la Ciencia, pero Aleksandr se matricula en la Facultad de Letras de la Universidad de Moscú, graduándose a los 15 años en Filología. Asiste además a las lecciones de derecho y economía política en la misma universidad. Se interesa y profundiza en historia, filosofía, arqueología y lingüística. Es un gran pianista e incluso compone música, dos de cuyos valses todavía hoy gozan de gran popularidad. Todavía en la Universidad empieza su actividad literaria, escribe epigramas, sátiras y parodias. Dominaba el francés, alemán, italiano, latín y griego. Más tarde aprendió a hablar también árabe, turco y persa. Pertenecía como su contemporáneo Aleksandr Pushkin a una familia de clase alta y se movía en los círculos adinerados de la sociedad rusa. 

A principios de la “Guerra Patria” de 1812 Griboyedov se incorpora al ejercito en un regimiento de caballería de húsares.

En 1814 publica sus dos primeros ensayos “Sobre las reservas de caballería” y “La carta de Brest-Litovsk al editor”, que enseguida le hacen famoso. En 1815 Griboyedov vuelve a San Petersburgo y publica la pieza dramática “El matrimonio joven”. La visión estético-literaria de Griboyedov radicaba en la lucha por la liberación de la literatura nacional de cualquier influencia extranjera, afirmando el heroísmo popular.

En 1816 Griboyedov se retira del servicio militar, considerando que había cumplido con su deber con la Patria, y se incorpora al cuerpo diplomático en San Petersburgo, que le podía mantener económicamente. Lleva una vida ligera muy propia de la juventud aristocrática y no siempre sensata: se afilió a una logia masónica, participó en sonadas fiestas y bacanales y se batió en varios duelos, en uno de los cuales, sostenido contra un tal Yakubóvich, fue herido en una mano, que le quedó desfigurada para el resto de su vida. 

Griboyedov se vio forzado a abandonar San Petersburgo, aceptando su designación como secretario de la misión rusa en Persia, y en agosto de 1818 va al Oriente. En Persia cumple con honor su misión, y logra liberar a los prisioneros rusos.

Regresa a San Petersburgo donde es muy bien recibido por los círculos teatrales de la capital y traduce al ruso obras dramáticas extranjeras. Compone piezas ligeras para favorecer a las actrices favoritas. Griboyedov es considerado uno de los fundadores de la comedia laica. Escribe sus propias comedias que aplaude el público de San Petersburgo como ‘Los jóvenes esposos’, ’La familia y la novia casada’, “La infidelidad fingida”, “Un engaño tras otro”, “El estudiante”, que han pasado al olvido tras el éxito conseguido en salones y círculos de amigos con “El mal de la razón”, una sátira despiadada que critica la hipocresía y el mercantilismo de la sociedad aristocrática rusa. Griboyedov se hace famoso en un plazo muy corto.  

“El mal de la razón” es la cumbre de su creación literaria, una de las obras clásicas de la literatura rusa. Nunca se publicó en su totalidad en vida del autor por motivos de censura, pero fue impresa en la tipografía de un regimiento y se difundió por todo el país. Se puso en escena por primera vez en 1831. La comedia, escrita en verso brillante y fluido, es una atrevida sátira contra la alta sociedad moscovita, donde reinan la falsedad, la hipocresía y el favoritismo. El protagonista, el joven Chatski, formado en el extranjero, regresa a Moscú lleno de ideas liberales y renovadoras que chocan con un muro de incomprensión y el rechazo de todos los que le rodean, incluida su prometida. Los personajes encubrían personas reales y, bajo el nombre de Fámusov estaba un tío del propio autor; el personaje de Sofía correspondía a la hija del anterior y prima por tanto del poeta. el cancerbero Skalozub era una caricatura del ministro del interior Alekséi Arakchéyev y, finalmente, el protagonista principal, Chatski, era, en parte, el propio autor. La comedia, escrita en 1823, aún está sujeta a las tres unidades del Neoclasicismo pero presagia ya, en ese enfrentamiento solitario de su protagonista con la sociedad de su tiempo, un Romanticismo en ciernes. Muchas estrofas de la comedia han llegado a nuestros días como dichos y refranes.

En 1825 en Georgia, Griboyedov fue detenido como sospechoso de participar en el complot de los Decembristas, que se identificaban con el espíritu de ‘El mal de la razón’. Tras dos meses de arresto fue declarado inocente, restituido y ascendido a Ministro plenipotenciario. En sus frecuentes viajes de Moscú a Teherán, solía detenerse en Tiflis, donde estableció estrechos contactos con los poetas e intelectuales de Georgia como Vajtang Orbeliani, Nikoloz Baratashvili y Aleksandr Chavchavadze, destacado hombre de Estado, con cuya hija Nina contrajo matrimonio en 1828. 

Por entonces la conclusión del Tratado de Turkmanchái que reafirmaba el poderío ruso en Oriente fue motivo de descontento popular pero el verdadero detonante fue el hecho de dar refugio en la embajada a dos armenias huidas del harén real. Griboyedov fue instado a entregar a las fugitivas, pero sabiendo el cruel destino que las esperaba se opuso. Su decisión degeneró en una manifestación de inusitada furia que sitió la legación rusa con brutal violencia. El día 30 de enero de 1829 la Embajada rusa en Teherán fue atacada y saqueada por fanáticos musulmanes y todos los miembros de la misión diplomática rusa fueron linchados, con la única excepción del secretario Maltsov, que logró huir. El cuerpo sin vida de Griboyedov fue arrastrado por la turba durante tres días por las calles de Teherán y sólo pudo ser identificado por su mano desfigurada. Su cuerpo fue trasladado a Rusia para ser sepultado en la Patria. Sólo tenía 34 años y hacía apenas unos meses que estaba casado. 

Para conciliar al zar, el sha de Persia le envió en señal de paz un fabuloso diamante de 88,70 quilates, llamado "El Sha", que se guarda en el Fondo de Diamantes del Kremlin de Moscú.




En la historia de la literatura rusa se recuerda a Griboyedov como brillante comediógrafo, uno de los artífices del teatro nacional ruso. Su tumba, coronada por un hermoso monumento funerario, se encuentra en el Panteón de Mtatsminda, a las afueras de Tiflis. Yuri Tiniánov dedicó la novela “La muerte de Vazir-Mujtar” a los últimos años del escritor.

sábado, 18 de abril de 2015

Fiódor Kusmich, el ermitaño que antes fue zar

Alejandro I fue en los primeros años de su mandato un monarca popular amado por el pueblo ruso. Educado por el abogado republicano suizo Frédéric-César de La Harpe en los principios del despotismo ilustrado, parece moderado en contraste con sus predecesores Catalina II y Pablo I, permitiendo a los siervos comprar su libertad. 



En 1812, y con la gran ayuda del ‘general invierno’ y la pequeña de un regimiento de españoles prisioneros de los franceses que se pasaron al enemigo, salva a Rusia expulsando a las tropas de Francia del país. Tres años después, a la caída de Napoleón, se encuentra en el apogeo de su gloria como ‘libertador de Europa’. 

La influencia intelectual de la baronesa Barbara von Krüdener le acercó al misticismo cristiano, plasmado en la formación de la Santa Alianza: una coalición de las monarquías europeas para preservar el orden tradicional frente a las amenazas del liberalismo y del nacionalismo. Abandona, pues, sus ideas reformistas y se torna místico y conservador. 

Sobre su conciencia gravita el peso del derrocamiento y muerte de su padre el zar Pablo. Su nueva política le aleja del pueblo y teme un golpe de Estado. Alejandro sueña con abandonar el poder y no deja de repetir a sus más cercanos que abdicará antes de cumplir 50 años. Escribe a Guillermo de Prusia diciéndole que quiere dejar la corona a su hermano y retirarse para vivir como ermitaño. La melancolía lo carcome, recorre sin cesar su imperio, buscando escapar de sus recuerdos. Inmerso en una gran depresión, para tratar de aligerar su dolencia se traslada a las costas del mar de Azov, en Crimea, en busca de paz. El 16 de noviembre de 1825, Alejandro llega a su castillo de Taganrog. Acaba de cumplir cincuenta años. Quince días más tarde, el 1 de diciembre de 1825  anuncian la muerte del zar Alejandro I por paludismo.

Posteriormente se comprobó que el informe de su autopsia era falso. Lleva las firmas de médicos que confesaron no haber estado en Taganrog ese día; las conclusiones de este documento están en contradicción con lo que se sabe de Alejandro: ninguna mención de hipertrofia del bazo, síntoma evidente del paludismo; la descripción de una cicatriz en la pierna derecha, cuando es en la izquierda donde Alejandro tenía una; rastros de una lesión encefálica secuela de una sífilis que Alejandro jamás padeció. Conforme la costumbre, el cadáver es expuesto varios días en público. En la iglesia de Taganrog, los visitantes quedan sorprendidos: la cara del soberano está irreconocible, casi descompuesta. El príncipe Volkonsky, encargado de los restos, escribe: “La cara está ennegrecida por el aire húmedo y los rasgos del difunto están completamente cambiados”.

Once años después, cuando se suponía que el zar llevaba todo ese tiempo muerto y enterrado en San Petersburgo, en el otoño de 1836, un sorprendente personaje de unos sesenta años es tomado preso en la provincia de Perm. Este caballero de ademanes nobles se presenta como un vagabundo de nombre Fiódor Kusmich (Фёдор Кузьмич) de vuelta de un largo viaje por Tierra Santa. Los policías quedan sorprendidos por su soltura y sus aires de gran señor. Pero, conforme a las leyes en contra de la vagancia, el prisionero es deportado a Siberia. Este no protesta. Durante largos años trabaja en una destilería y después en una mina de oro. 

Pero Kusmich no es un hombre ordinario. Brota de él una nobleza moral sólo igualada por su piedad y, poco a poco, llega a ser considerado como un stárets, un hombre santo. Instalado en una pequeña casa en Krasnoretchensk, Fiódor Kusmich no pide nada. Sin embargo, numerosos visitantes, como el obispo de Irkutsk, vienen a entrevistarse con él. El ermitaño sorprende: habla varios idiomas extranjeros, conoce perfectamente todos los acontecimientos políticos y a los grandes dirigentes, se apasiona cuando cuenta, con una precisión increíble, la guerra de 1812 y los detalles de la entrada del zar Alejandro en París. Todos los testimonios concuerdan: sólo se puede tratar de una persona que haya vivido esos acontecimientos desde una alta posición del Estado. 

Se cuenta que un veterano de la guerra de 1812 al cruzarse un día con el ermitaño (al que no conoce) se arrodilla frente a él al haber reconocido a su amo, el zar Alejandro. Fiódor Kuzmich se enoja y calla al soldado: "yo soy sólo un vagabundo", repite varias veces. Comenzaron las sospechas de que aquel hombre era Alejandro I. Algunos documentos prueban que el vagabundo recibió en secreto la visita de varios miembros de la familia imperial, entre ellos la del zar Alejandro II en 1837. El zar Nicolás II visitó la tumba de Fiódor Kusmich en 1893.



Fiódor falleció en Tomsk (Siberia) en 1864, fue canonizado por la iglesia rusa en 1984, gozando de gran veneración por parte de la familia imperial, lo que alimentó la sospecha de que este ermitaño se trataba realmente de Alejandro I.

Finalmente cuando, 40 años después de la muerte del zar, su sobrino nieto Alejandro III, para acabar con la leyenda, hace abrir el sarcófago que se guarda en la cripta de los Romanov en la catedral de Pedro y Pablo en San Petersburgo para enseñarle al mundo los restos de su antepasado, sólo encuentra un ataúd vacío. También se volvió a abrir la tumba en 1926, con evidentemente el mismo resultado y así sigue al día de hoy. Nadie nunca ha podido dar una explicación a la desaparición de Alejandro I.



El episodio está tan aceptado en Rusia que Leon Tolstoi lo recoge en su libro “Guerra y Paz” donde asegura que aquel eremita era el zar Alejandro.

Alexis S. Troubetzkoy ha estado documentándose durante 20 años para publicar en 2002 un extenso libro titulado Imperial Legend: The Mysterious Disappearance of Tsar Alexander I, uno de cuyos cinco ejemplares en venta por IberLibro espero recibir próximamente.


MAG/18.04.2015

martes, 14 de abril de 2015

Iván Andréyevich Krylov, el fabulista de la literatura rusa



Iván Andréyevich Krylov, (Иван Андреевич Крылов), nació en Moscú el 21 de noviembre de 1769, hijo de un distinguido militar, que falleció cuando Iván tenía 10 años. Se trasladaron madre e hijo más tarde a San Petersburgo en busca  de una pensión del gobierno. Krylov consiguió un empleo en la Corte, que abandonaría al cumplir 19 años para dedicarse íntegramente a su carrera literaria, como periodista y dramaturgo. Un editor le compró una comedia, Kofeynitsa, escrita a los 14 años, resultando premiada con 60 rublos que invirtió en obras de Molière, Racine y Boileau. 

A comienzos de 1789, Krylov abordó por tres veces el lanzamiento de una revista literaria, aunque ninguno de los intentos superó el año de vida. Sin embargo, la sátira y humor en sus comedias sí merecieron el reconocimiento en los círculos literarios. 

De 1797 a 1803 trabajó para el príncipe Sergei Galitzine, gobernador militar de Livonia, como secretario y tutor de sus hijos. Cuenta le leyenda que durante dos años Krylov vagó por el país jugando a las cartas. 



En 1806 aparece en Moscú y muestra su traducción de las fábulas de La Fontaine al poeta y fabulista Iván Dmitriev, quien le anima a escribir más. Regresa a San Petersburgo y se dedica sin embargo a escribir comedias satíricas con éxito creciente, como ‘Modnaya lavka (‘El negocio de moda’) en 1806 y Urok dochkam,(‘Lecciones a las hijas’) en 1807, en las que satiriza el afrancesamiento de la nobleza rusa. En 1809 vuelve a escribir un volumen de 23 fábulas que tuvieron un gran éxito. A éste siguieron otros ocho volúmenes entre 1810 y 1820 del mismo género, inspiradas menudo en las fábulas de Esopo y La Fontaine, que revelan el pensamiento pequeño-burgués de Krylov, atacando todos los vicios humanos, pero en especial la incompetencia, la arrogancia y la estupidez con especial referencia a la vida contemporánea. Gracias a sus 200 fábulas, Krylov alcanzó una inmensa popularidad y el reconocimiento posterior del fabulista por excelencia de la literatura rusa. El llamado ‘Estanque del Patriarca’ en Moscú está adornado con estatuas de los personajes de las fábulas de Krylov.



De 1812 a 1841 Iván Andréyevich Krylov fue empleado por la Biblioteca Pública Imperial ascendiendo a jefe del departamento de Libros Rusos. En 1811 fue admitido como miembro de la Academia Rusa de las Ciencias, que le otorgó la medalla de oro en 1823. Bajo el patrocinio del zar Nicolás I, con quien Krylov tenía lazos de amistad, se organizó en 1838 un gran festival en honor de éste, asignándole el emperador en dicha ocasión una pensión generosa. 

Dos años más tarde, Krylov dejó prácticamente de escribir, adoptando una vida sedentaria que le ocasionó dos hemorragias cerebrales. Para su recuperación la zarina Carlota lo mandó trasladar al Palacio Pavlovsk, donde falleció en 1844 a la edad de 75 años. 


MAG/14.04.2015


domingo, 5 de abril de 2015

La princesa Catalina Dáshkova, primer Presidente de la Academia Rusa de Ciencias



Catalina Románovna Vorontsova, princesa Dáshkova (Екатери́на Рома́новна Воронцо́ва-Да́шкова), conocida generalmente como Catalina Dáshkova, nació en San Petersburgo el 17 de marzo de 1743 en el seno de una familia de la vieja nobleza rusa. Su padre amasó una inmensa fortuna y era notoria su arrogancia durante el reinado de Pedro el Grande. Su madre falleció cuando Catalina Dáshkova tenía dos años y su educación fue encomendada a su tío Mijáil Vorontsov.

A sus 15 años Catalina se enamoró del Príncipe Dashkov, y del matrimonio nacieron un hijo y una hija.  Enviudó a lo 20 años.

Catalina recibió una educación esmeradísima como pocas jóvenes europeas habrían podido recibir en el siglo XVIII. Estudió Matemáticas en la Universidad de Moscú. Aprendió francés, ruso, alemán e italiano. Leía con placer a Voltaire, Montesquieu, Bayle, Boileau y Helvétius.

En 1758 Catalina Dáshkova conoció a la futura Catalina la Grande, quien la valoró por sus conocimientos y prestigio en la alta sociedad rusa, incorporándola a la Corte, donde se posicionó en el bando que conspiraba contra Pedro III, a pesar de que éste ocasionalmente se llevaba a su lecho a la hermana menor de Catalina Dáshkova. Ello no fue óbice para que en 1762 ésta participase activamente en el golpe de Estado que destronó al zar Pedro III  y que llevó al trono a su esposa Catalina. En agradecimiento, la Dáshkova fue condecorada con la Orden de Santa Catalina, pero, a partir de ese momento, los lazos de amistad entre las dos Catalinas se fueron aflojando.

Catalina Dáshkova tuvo que retirarse al campo con sus dos hijos, donde pasó cinco años viviendo una vida espartana. En busca de la mejor educación para sus hijos emprendió con ellos un viaje por la Europa de la Ilustración. Gracias a su reputación literaria y científica fue bien recibida en las Cortes europeas. Se reunió en Ginebra con su ídolo Voltaire y en París con Diderot y Benjamín Franklin quien la invitó a ser el primer miembro femenino de la Philosophical Society. Catalina Dáshkova correspondió más tarde a esa distinción nombrando a B. Franklin el primer estadounidense miembro de la Academia Rusa de Ciencias.



En 1782 Catalina Dáshkova regresó a Rusia ganando de nuevo el favor de la emperatriz, quien la nombró Directora de la Academia de Artes  y Ciencias de San Petersburgo. Dos años más tarde Catalina Dáshkova se convirtió en la primer mujer Presidente de la Academia Rusa de Ciencias, fundada a sugerencia de la propia Dáshkova, desde donde fue la principal responsable de la publicación del primer gran diccionario y gramática en lengua rusa en sólo seis años, además de impulsora de la reforma educativa. A lo largo de los 12 años de su presidencia Catalina Dáshkova mandó construir un nuevo edificio para la Academia, restauró su imprenta y relanzó las expediciones científicas. Favoreció la publicación de los trabajos académicos del gran científico Mijáil Lomonosov y ella misma es autora de al menos una obra dramática, 'Las bodas de Fabián', y una comedia titulada 'Toisiokov' (1786). Escribió sus memorias y versos en ruso y en francés.

Catalina la Grande, inquieta por los aires republicanos procedentes de Francia, sospechó de la Dáshkova, al publicar la Academia una obra en la que se elogiaban las libertades republicanas. Catalina Dáshkova presentó su dimisión como Presidente de la Academia Rusa de Ciencias en 1794.

Dos años más tarde, falleció Catalina II la Grande, y al ascender al trono su hijo Pablo I desterró a un pueblecito cerca de Nóvgorod a la Dáshkova y a todos aquellos que formaban parte del bando que consiguió destronar y matar a su padre Pedro III. Catalina Dáshnova no pudo regresar a Moscú hasta el 1801, con la subida al trono de Alejandro I. La princesa Dáshkova se retiró a una propiedad de su antiguo marido donde se dedicó a escribir sus memorias, 'Mon histoire', hasta el fin de sus días el 4 de enero de 1810.

Catalina Dáshkova fue conspiradora, política, filóloga, lingüista y escritora. Sus memorias permanecen todavía en catálogo por su agudeza en la narración de la vida y el tiempo de Catalina la Grande.

La escritora anglo-irlandesa Catherine Wilmot con quien que se encontró en Inglaterra en lo años 1776 y 1780, describía así a la Princesa Dáshkova:

"Ayuda a los albañiles a construir paredes, a los peones camineros en las carreteras,  da de comer a las vacas, compone música, canta e interpreta, escribe para la prensa, recoge maíz, habla en la iglesia, corrige al sacerdote. Ejerce de médico, boticario, veterinario, carpintero, juez, abogado. Mantiene correspondencia con autores, con filósofos, con poetas, con toda su familia, y además parece que le sobra tiempo".


MAG/06.04.2015