Aleksandr
Fiódorovich Kérenski
(Алекса́ндр
Фёдорович Ке́ренский),
hijo de un director de instituto y nieto de un pope, nació en 1881
en la ciudad aristocrática de Simbirk, donde 11 años antes había
nacido Aleksandr Uliánov (Lenin).
En 1904 se graduó en Derecho por
la Universidad de San Petersburgo.
El
22 de enero de 1905 unos 200.000 trabajadores se reunieron, portando
iconos y retratos del zar, ante el Palacio de Invierno de San
Petersburgo en demanda de un
salario más alto y mejores condiciones laborales. En ausencia del
zar, su tío el gran duque Vladimir Aleksándrovich ordenó abrir
fuego contra la multitud, estimándose que murieron unos 200
manifestantes y 800 quedaron heridos,
entre
ellos mujeres y niños. Esta matanza provocó que Kérenski se uniese
al movimiento socialista revolucionario Narodniki
comenzando
a participar en actividades revolucionarias, siendo arrestado por las
autoridades. Su estancia en prisión formó sus ideas políticas,
imbuidas de populismo y nacionalismo y de la necesidad de la
cooperación de toda la nación para lograr el fin del gobierno
autocrático.
Aunque
afiliado
al clandestino Partido Revolucionario Socialista, públicamente se
declaraba miembro del partido legal Toil
de
tendencia liberal moderada. Desarrolló una brillante carrera como
abogado, utilizando
sus excepcionales dotes para la oratoria en casos que pusiesen en
evidencia a las autoridades.
En 1912 fue elegido miembro de la Duma como representante del grupo
laborista moderado Trudoviki.
Durante los años siguientes consolidó su carrera política llegando
a ser el líder
de la oposición zarista al régimen de Nicolás II.
A
diferencia de los socialistas radicales, Aleksandr
Kérenski
apoyó la participación de Rusia en la Primera Guerra Mundial. Sin
embargo, pronto quedó decepcionado por la política bélica seguida
por el régimen zarista y en
1916, convencido de la inminencia de la revolución, redobló sus
ataques contra el zar y la familia real, al tiempo que animaba a la
Duma a encabezar la lucha contra la autocracia manteniendo contactos
con organizaciones obreras y con la guarnición capitalina.
Al
estallar la revolución en febrero de 1917, Kérenski
fue uno de sus líderes más destacados,
siendo
elegido vicepresidente del Sóviet (o Consejo) de Petrogrado. Durante
los primeros momentos de la revolución, Kérenski fue extremadamente
popular. Junto con
Nikolái Chkheidze fue
el único representante de los partidos socialistas incluido en el Comité Provisional de la Duma Estatal,
constituido el 27 de febrero. Ese mismo día Kérenski dirigió a
las tropas sublevadas hacia la Duma para tratar de involucrar a ésta
en el alzamiento. Y allí ordenó el arresto de los ministros del
Gobierno.
Fue nombrado subsecretario del Sóviet de Obreros y Soldados de
Petrogrado y a la vez ministro de justicia del gobierno provisional,
nombrado por la Duma el 2 de marzo, y presidido por el príncipe
Lvoff. Como ministro de Justicia promulgó los derechos civiles
básicos (libertad de expresión, de asociación, de prensa, de
reunión, de religión, sufragio universal e igualdad de derechos
para las mujeres) y alcanzó una enorme popularidad en los medios
revolucionarios.
En
mayo de 1917, tras una serie de tumultos contra las medidas bélicas
adoptadas por el gobierno que
provocaron la caída de varios ministros,
Kérenski participó
en la abdicación del zar y en la creación de un nuevo Gobierno en
el que se
le adjudicaron las carteras de guerra y de marina, a
pesar de la oposición de los kadetes
(liberales),
que se oponían por principio a que un socialista ocupase el
ministerio encargado de las fuerzas armadas.
En
junio de 1917 lanzó la llamada Ofensiva
Kérenski
para frenar el avance del ejército alemán y recorrió el frente
arengando a las desmoralizadas tropas para que defendieran ante el
invasor la patria y la revolución. Sin embargo, la caía del zarismo
había deshecho la estructura jerárquica del ejército ruso, muchos
oficiales se negaban a admitir la autoridad del gobierno republicano
y los soldados desertaban en masa. La disciplina se hundió por
completo y la ofensiva resultó un rotundo fracaso, origen de la
futura perdición de Kérenski.
Con
su habilidad oratoria, Kérenski se propuso recuperar la disciplina
de las unidades del Ejército y lo logró parcial y pasajeramente
durante la primavera. Realizó una larga visita al frente para animar
a las tropas y prepararlas para la próxima ofensiva. Su esfuerzos
recibieron el respaldo de la mayoría de los partidos políticos, a
excepción de los de extrema izquierda.
Debido
a su amplio apoyo popular y a su influencia sobre el Sóviet de
Petrogrado, Aleksandr
Kérenski, aparentemente capaz de controlar las fuerzas populares
desatadas por la revolución, se convirtió pronto en la principal
figura de los gabinetes de coalición. Fue
entonces llamado a suceder a Lvoff en la jefatura del gobierno. Una
de sus primeras medidas fue la supresión del Partido Bolchevique, al
que se acusaba de causar los disturbios de julio, a pesar de que el
propio Lenin había desautorizado la insurrección por considerarla
prematura. Lenin consiguió huir a Finlandia, pero otros dirigentes
bolcheviques, como Trotski o Stalin, fueron detenidos y encarcelados.
Los
socialistas radicales exigieron la adopción de medidas económicas y
sociales que
Kérenski rechazó por inviables, lo que provocó la pérdida de
confianza
del ala izquierda de la Duma. Kérenski
no consiguió frenar el deterioro de la situación política y
social, y los bolcheviques aprovecharon la situación para atacar el
prestigio del gobierno provisional y asumir el control de los sóviets
de obreros, soldados y campesinos que surgían en toda Rusia, hasta
convertirse en un poder paralelo que escapaba al control del
gobierno. El partido monárquico y los diversos grupos
tradicionalistas y liberales reclamaban una represión inmediata del
movimiento revolucionario. En septiembre, el comandante en jefe del
ejército general Kornílov dirigió una marcha de la caballería
contra el gobierno, en un intento de proclamar una dictadura militar
con el apoyo de los liberales.
Cuando
Kérenski fue consciente de que el plan podía incluir su
apartamiento del poder, decidió destituir al general y culparle de
tratar de dar un golpe de Estado que
habría
frustrado la correcta evolución democrática del país. La
derecha, que había aceptado a Kérenski a regañadientes apoyaba
ahora al general y la izquierda tampoco daba a Kérenski un respaldo
decidido.
Tras
la dimisión de los ministros, Kérenski se proclamaría a sí mismo
comandante en jefe supremo. El
fracaso del golpe desacreditó a los políticos moderados y supuso un
resurgimiento de los radicales.
Aislado,
Aleksandr
Kérenski
fue incapaz de tomar medidas eficaces contra el intento golpista, que
finalmente fue sofocado gracias a la intervención de los
bolcheviques, quienes acusaron a
Kérenski
de complicidad con la rebelión militar. Aleksandr
Kérenski
mantuvo, sin embargo, la jefatura del gobierno, aunque carecía casi
por completo de autoridad política efectiva pues también los
liberales le retiraron su apoyo.
Durante
el golpe de Kornílov, Kérenski había repartido armas entre los
trabajadores de Petrogrado, que se pasaron en octubre al bando
bolchevique, el cual se hizo
con el control del Sóviet de Petrogrado y de la mayoría de los
sóviets del país, que hasta entonces habían constituido el
principal respaldo del gobierno socialista moderado. Incapaz de
esperar la formación de una Asamblea Constituyente que estabilizara
la situación, Kérenski
convocó un Parlamento provisional con representación de los
principales partidos y sindicatos.
Sin
embargo, Lenin lo boicoteó, convocando en su lugar un Congreso de
los Sóviets de toda Rusia bajo el lema "todo el poder para los
soviets". En la noche del 25 al 26 de octubre, los bolcheviques
tomaron por la fuerza el poder en Petrogrado, en
lo que sería conocido como la Segunda Revolución o Revolución de
Octubre,
proclamando
la revolución comunista. Un navío de guerra apuntó sus cañones
hacia el Palacio de Invierno, donde se hallaba reunido el gabinete.
El Congreso de los Sóviets declaró depuesto al gobierno de
Aleksandr
Kérenski
y nombró en su lugar un Consejo de Comisarios del Pueblo, presidido
por el propio Lenin.
Kérenski
consiguió escapar al frente, donde trató, sin ningún éxito, de
reorganizar algunas tropas para hacer frente al golpe de Estado.
Permaneció escondido hasta mayo de 1918, cuando consiguió escapar a
Europa occidental.
Vivió
exiliado en París, donde organizó diversos grupos de emigrados y
dirigió publicaciones antibolcheviques, como el diario Dni.
En 1940, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial, se trasladó a
Estados Unidos, donde se dedicó a impartir conferencias en diversas
universidades sobre temas de sociología y política rusa. Cuando
Hitler invadió la Unión Soviética en 1941, Kérenski ofreció su
ayuda a Stalin, que no le envió respuesta alguna. En su lugar,
efectuó transmisiones radiofónicas en ruso apoyando el esfuerzo
bélico. Tras la guerra organizó un grupo llamado la Unión
para la Liberación de Rusia,
sin obtener mucha repercusión. Kérenski se instalaría finalmente
en Nueva York, aunque pasaría mucho tiempo en la Hoover
Institution
de la Universidad de Stanford en California, donde amplió su vasto
archivo de historia rusa e impartió clases. Escribió y emitió por
radio en abundancia sobre política e historia rusa.
Entre
sus obras de análisis político e histórico destacan Preludio
al bolchevismo: la revuelta de Kornilov (1919),
La
catástrofe (1927),
La
crucifixión de la libertad (1934)
y Rusia
y el giro decisivo en la Historia (1965).
En 1966 fueron publicadas sus Memorias.
Aleksandr
Kérenski falleció en Nueva York en 1970 a la edad de 89 años. La
Iglesia Ortodoxa local de Nueva York rechazó cubrir el entierro de
Kérenski, considerándolo uno de los principales responsables de la
caída de Rusia frente al comunismo. El cuerpo de Kérenski fue
entonces trasladado a Londres donde sería enterrado en un cementerio
aconfesional.
MAG/04.06.2015
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