jueves, 30 de octubre de 2014

Atila




De origen oscuro, a los hunos se les relaciona con los xiongnu de las fuentes chinas, probablemente una agrupación de gentes nómadas, organizadas militarmente y sin una clara filiación étnica. Sus enterramientos –algunos sobre antiguos kurganes, los túmulos escitas– han sido localizados en las regiones del Altai y en las repúblicas de Kazajistán, Tuvá y Mongolia; en ellos se han hallado característicos cráneos deformados, calderos de bronce, un rico ajuar de los caballos inmolados y puntas de flecha.

En el siglo IV los hunos dominaban grandes extensiones entre los ríos Don, Volga y Danubio, y los mares Báltico y Negro, y habían sometido a los germanos, alanos y sármatas que allí vivían. Por ello, los hunos fueron considerados por sus contemporáneos, según recogen fuentes como Amiano Marcelino o Jordanes, como una raza salvaje, voluble, desleal, apasionada por el oro y de extrema crueldad, que comía raíces y carne cruda, vestía con pieles de ratón salvaje o de cabra, y carecía de viviendas y de dioses, aunque eran considerados buenos guerreros. El poeta y obispo Sidonio Apolinar subraya en su Panegírico a Antemio los rasgos físicos de los hunos, como el alargamiento de su cabeza y la estrechez de sus ojos acostumbrados a abarcar con su vista grandes espacios: «De otra parte, para que los dos orificios nasales no sobresalgan de los pómulos, envuelven la nariz, cuando aún es tierna, en un vendaje para que se adapte al casco: hasta ese punto el amor materno deforma a los niños nacidos para guerrear, de modo que la superficie lisa de las mejillas se prolongue al faltar la interrupción de la nariz. El resto del cuerpo es hermoso en los hombres: tienen pecho amplio, fuertes hombros, vientre compacto».

Apolinar se admiraba de sus aptitudes como jinetes: «De estatura media cuando van a pie, son altos si se les ve a caballo; por eso parecen con frecuencia altos cuando están sentados. Apenas se tiene en pie el niño, separado de su madre, cuando ya un caballo le ofrece su grupa: se podría pensar que los miembros de éste se adaptan a los del hombre, tan unidos se mantienen cabalgadura y jinete. Otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo; éste vive en ellos. Llevan en el corazón los arcos curvos y los dardos; su mano es temible y certera; creen firmemente que sus proyectiles llevan la muerte y su furia está habituada a hacer el mal por medio de un golpe infalible».



A principios del siglo V se consolidó un imperio huno, de la mano de reyes como Ruga y después su sobrino Atila, quien, hacia 445, asesinó a su hermano Bleda y se hizo con el poder absoluto sobre su pueblo. La corte de Atila, situada en algún lugar cercano al río Tisza (en la actual Rumanía), estaba muy lejos del salvajismo que algunos romanos le atribuían. Así lo atestigua el historiador Prisco, que acudió como embajador a la corte del caudillo huno. Según su relato, el asentamiento huno disponía de fuertes murallas y bellos edificios de madera, así como un palacio con suelos cubiertos de alfombras. Allí, el monarca se rodeaba de su harén, de intérpretes de diversas lenguas y de sus fieles, vestidos con ricos ropajes, que en los banquetes utilizaban vajillas de oro en contraste con los vestidos modestos y los utensilios de madera de su rey, un hombre afable y con gran sentido de la hospitalidad. El historiador Jordanes le atribuye un buen gobierno, generosidad y una gran confianza en sí mismo, aumentada «con el descubrimiento de la espada de Marte, aquella espada que habían venerado siempre los reyes de los escitas» y que se convirtió en el símbolo de su poder.

El poder de los hunos, asentados en Panonia (la actual Hungría), se extendía desde el mar Caspio hasta los Alpes; y se basaba en un ejército compuesto en gran parte por germanos, en el que figuraban consejeros romanos (Orestes) y griegos (Onegesies). Atila lanzó primero sus ataques contra el Imperio Romano de Oriente, al cual sometió al pago de gravosos tributos: en 441-43 llegó hasta las puertas de la capital, Constantinopla; y en 447-49 recorrió los Balcanes hasta Grecia.

Para entender la reivindicación de Atila hay que remontarse a principios del siglo V. Cuando los godos saquearon Roma en agosto de 410, se llevaron consigo varios rehenes de alto rango, entre ellos a Aelia Gala Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Placidia, de fuerte personalidad y educada entre sirvientes de origen bárbaro, se casó en 414 con el godo Ataúlfo, pero éste fue asesinado poco después en Barcelona. Placidia volvió entonces a la corte de Ravena, donde fue obligada a casarse con el general Constancio. De este matrimonio nacieron Justa Gala Honoria y Valentiniano III, emperador de Occidente.

Según Procopio, Placidia había criado un hijo débil para poder gobernar ella como regente con la ayuda del general Aecio. Pero en el año 437, Valentiniano apartó de la corte a su madre y obligó a su hermana a entrar en religión. También la despojó de su título de Augusta, que permitía a Honoria transmitir el Imperio a sus propios hijos varones, circunstancia de especial importancia dado que Valentiniano sólo había descendencia femenina. Precisamente era ésta la razón por la que Aecio, el todopoderoso general y ministro del emperador, se oponía a que Honoria permaneciera como Augusta en la corte, puesto que su propio hijo, Gaudencio, estaba prometido con una de las hijas de Valentiniano y, por ello, podía aspirar a sucederle.

Honoria inició entonces en secreto una relación amorosa con el procurador Eugenio. Cuando el emperador se enteró, hizo arrestar y decapitar a Eugenio, a la vez que obligaba a Honoria, que había quedado embarazada, a casarse con un viejo senador de Constantinopla, Basso Hercolano, poco sospechoso de pretender el trono. La historia se complicó aún más cuando Honoria pensó pedir la protección del más poderoso soberano del momento fuera del Imperio. En efecto, envió a Atila al eunuco Jacinto, con una fuerte suma de dinero, a modo de regalo para el caudillo huno, y una carta con su sello personal en la que Honoria solicitaba su ayuda para defender frente a su hermano la «herencia» que le correspondía como Augusta. Además, el embajador llevaba el anillo de Honoria como prueba de la autenticidad del mensaje, pero Atila lo interpretó como una promesa de matrimonio por parte de Honoria. Ese «malentendido» justificaba que Atila lanzara una campaña para rescatar a su «prometida» y al mismo tiempo para reivindicar su propio derecho a reinar sobre la herencia de Honora.

Valentiniano rechazó entregar su hermana al caudillo huno, e hizo arrestar, torturar y decapitar al eunuco que había llevado el mensaje a Atila; en cuanto a Honoria, la envió junto a su madre Gala Placidia, que había intercedido por ella.

Entonces el rey huno dio inicio a la invasión de la Galia, incitado por el rey vándalo Genserico a atacar el reino visigodo de Tolosa. Al frente de un gran ejército, atravesó la frontera por Aquicum (Budapest), saqueó ciudades como Maguncia, Tréveris, Worms, Colonia, Reims y Metz y, tras ser rechazado frente a Orleans por mercenarios alanos, se encontró con el ejército de Aecio entre junio y julio del año 451 en un lugar que Hidacio denomina Campus Mauriacus y Jordanes llama Campos Cataláunicos, posiblemente junto a Châlons-sur-Marne o en Troyes.

Los bárbaros paganos fueron los protagonistas de la batalla en ambos bandos. Junto a Aecio estaban los visigodos de Teodorico, los alanos, los alamanes del Rin y, según Jordanes, auxiliares francos, sármatas, armoricanos, liticianos, burgundios, sajones, riparios y olibriones, «así como otros pueblos celtas y germanos» dispuestos a recibir un suculento botín. Atila contaba con un buen número de habitantes de las provincias descontentos, así como con los gépidos de Ardarico, mercenarios skiros, rugios, hérulos y los ostrogodos sometidos de los reyes Alamiro,Teodomiro y Videmiro.

El resultado de la batalla fue dudoso. Según Hidacio, el rey visigodo «fue encontrado muerto» junto con otros 300.000 hombres, cifra a todas luces exagerada. Al parecer, los adivinos habían asegurado a Atila que uno de los jefes enemigos sucumbiría y él creyó que se trataba de Aecio. Pero éste y Atila salieron indemnes. Jordanes, por su parte, cuenta que Aecio se atribuyó la victoria al ver que los hunos se habían refugiado en su campamento.




Los hunos fueron también buenos colaboradores de los emperadores romanos. Intervinieron como mercenarios para reprimir las revueltas internas provocadas por los bagaudas y combatir a otros bárbaros, como los burgundios y los francos. Los más privilegiados formaban parte de la guardia personal de generales como Aecio, que había vivido un tiempo entre los hunos. Incluso Atila fue nombrado general honorífico de la Galia.

La colaboración militar con Roma, sin embargo, no era gratuita. Atila exigía fuertes tributos en oro a los emperadores en concepto de «compra de la paz» en las fronteras, tributos que no era fácil pagar. Además, los traidores hunos encontraron acogida en la corte romana. Todo ello determinó que el rey huno aumentara cada vez más sus exigencias e intentase desestabilizar a los romanos azuzando contra ellos a godos y vándalos, lo que suponía enfrentarse a la política de su aliado Aecio. Además, en el año 450 se descubrió un complot para asesinar a Atila en su corte, organizado por Teodosio II, el emperador de Oriente, y por Edeco, el embajador de los hunos en Constantinopla. Poco después, el sucesor de Teodosio, el militar tracio Marciano, se negó a seguir pagando a los hunos los tributos que se les debían. Atila decidió entonces lanzarse a la conquista de parte de las provincias de Occidente. Pero lo hizo valiéndose de un pretexto especial: reivindicar «el derecho de los hijos de un padre a su herencia». Invadió el Imperio romano y avanzó hasta las puertas de la capital. Su propósito era socorrer a la hermana del emperador, Honoria, con la que deseaba casarse.

Tras la batalla de los Campos Cataláunicos, Atila contaba con suficientes contingentes como para depredar los territorios de Padua, Aquileya y Verona y para amenazar Roma mientras exigía la entrega de su prometida. Según Procopio, fue el papa León I quien, a orillas del río Mincio, cerca de Mantua, consiguió disuadir al huno de sus intenciones. Debió de ofrecerle un cuantioso botín a cambio de retirarse y también debió de convencerlo de que Honoria había muerto –al menos Gala Placidia había fallecido en Roma un año antes, según Hidacio–, con lo que dejaba de tener justificación su presencia en las provincias. A ello se sumaron los estragos que la peste comenzaba a causar en el ejército huno. El supersticioso Atila, además, temía que si asaltaba Roma encontraría una rápida muerte, como le sucedió a Alarico tras saquear la capital imperial en 410. De esta forma se disipó la tormenta que había amenazado al Imperio, al menos por unos años.

Casi todos los protagonistas de la invasión de los hunos sufrieron un destino trágico. Atila murió en el año 453, en su palacio, de una hemorragia que sufrió durante la noche de bodas con la germana Ildico; según los romanos era el justo castigo por tanto daño causado. Las luchas entre sus hijos disolvieron su imperio en unos pocos años. El futuro de Aecio no fue mejor; víctima de las intrigas del eunuco Heraclio, murió asesinado por el emperador Valentiniano, con su propia espada en 454, una extraña manera de agradecer a su general el éxito en la batalla.

La muerte de Aecio, «el último de los romanos», fue llorada universalmente, sobre todo por los bárbaros a su servicio. Dos de ellos la vengaron poco después, traspasando con sus espadas al emperador cuando se encontraba en el Campo de Marte. Más tarde, los vándalos entraron en Roma y se llevaron un importante botín, incluidas la esposa y las hijas de Valentiniano. El Imperio estaba dando sus últimas boqueadas.

La figura de Atila será una de las más famosas entre los pueblos invasores del siglo V. La violencia con que actuaba daría lugar a la famosa frase "Bajo los cascos de su caballo nunca más crece la hierba".

El poderío que Atila había aportado a los hunos, unificando las tribus y lanzándolas a audaces empresas de conquista, desapareció tras su muerte; a las disensiones internas se añadió la peste, que dejó diezmados a los hunos frente al ataque germánico encabezado en el 454 por Arderico, el cual destruyó el imperio del hijo y sucesor de Atila, Elac, y forzó su marcha hacia la zona del Volga. En lo sucesivo, los hunos no volverían a amenazar Europa, e incluso se convirtieron en un bastión que la protegió de la amenaza de los mogoles.



MAG/30.10.2014



miércoles, 22 de octubre de 2014

Agustín de Betancourt, brillante ingeniero español y renovador de las infraestructuras rusas



Como segunda, y probablemente última vez, pierdo intencionadamente el sincronismo con las materias explicadas hasta ahora en clase, para subir a nuestro 'blog' la vida del otro español excepcional que tanto dio a España (hasta que los invasores napoleónicos pretendieron anularlo) y a Rusia, creando, más que modernizando, sus infraestructuras.

Quien visite San Petersburgo se sorprenderá al observar que las inscripciones de la hermosa catedral de San Isaac, actualmente desacralizada, están escritas en ruso, en francés y en español. 

La explicación radica en el encargo que el zar Alejandro I hizo al prestigioso ingeniero canario Agustín de Betancourt para que se hiciera cargo de los aspectos técnicos de la reconstrucción de la catedral. Los guías turísticos suelen explicar los ingeniosos mecanismos elevadores de las columnas y andamios diseñados por Betancourt, no sólo de la catedral de San Isaac sino también de la conocidisíma columna de Alejandro en la Plaza del Almirantazgo junto al Museo del Ermitage. 


Agustín de Betancourt nació en el Puerto de la Cruz, en la isla de Tenerife, en 1758. Se traslada a Madrid donde estudia en los Reales Estudios de San Isidro y en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. En 1784 se traslada a París a fin de ampliar conocimientos de geometría y arquitectura. Cuatro años más tarde viaja a Londres a estudiar la máquina de vapor de Watt, siendo el primero en revelar en el continente europeo el secreto de esta nueva fuente de energía. 

A su regreso a España construye el telégrafo eléctrico Madrid-Aranjuez y la línea de telegrafía óptica Madrid-Cádiz. En 1802 funda en Madrid la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, siendo su Director hasta 1807. Con la invasión napoleónica se clausura la Escuela de Caminos y Betancourt acepta la invitación del ministro ruso Rumiánstsev a recorrer las principales industrias del Imperio ruso.

Regresa a París a recoger a su familia y en 1808 decide trasladarse a la capital rusa de San Petersburgo, donde el zar Alejandro I lo nombra Mayor General en el Departamento de Vías de Comunicación para ejecutar “misiones especiales de su Majestad Imperial”.

A partir de 1809, el brillante ingeniero canario es ascendido a Teniente General del Ejército ruso y designado Inspector del nuevo Instituto del Cuerpo de Vías de Comunicación creado bajo sus auspicios. Ese mismo año visita la fábrica de armas de Tula y proyecta su modernización. Propuso una potente draga de vapor para la limpieza del puerto de Kronstadt y su construcción es aprobada por el propio zar Alejandro I.

En noviembre de ese mismo año se inician las clases en el Instituto de Vías de Comunicación con profesores venidos de Francia elegidos por Betancourt durante su estancia en la
École de Ponts et Chausseés. Aparte de la labor pedagógica, Betancourt continua desarrollando su actividad como ingeniero y en 1810 proyecta los puentes sobre el Izhora y el Slavianka en la carretera de Moscú. Un año más tarde es condecorado con la Orden de San Alejandro Nevski. El año 1813 se funda oficialmente el Museo Central del Transporte Ferroviario de Rusia. Un año más tarde se instala la máquina de vapor de la fábrica de Tula. Y en 1815, rechazadas las tropas napoleónicas, regresan a San Petesburgo los ingenieros franceses deportados a Siberia y continúan sus clases en el Instituto.

Betancourt trabajó en 1816 en el montaje de una nueva fábrica de papel moneda hasta el punto que en 1820 se procedió al cambio total de los billetes que circulaban en Rusia. El 15 de mayo de 1816 se creó en San Petersburgo el Comité de Construcciones y Obras Hidráulicas que se ocuparía del urbanismo y del ornato de la ciudad, de la mejora del trazado de las calles, de la urbanización de los suburbios, del cuidado de los canales, y de la construcción de nuevos puentes. Betancourt recibe una encomienda del zar para el proyecto del canal Obvodny en San Petersburgo.

En 1817 la sociedad rusa habla con admiración de la Sala de ejercicios ecuestres de Moscú, conocida como El Picadero, y de la feria de Nizny Novgorod, proyectos redactados por Agustín de Betancourt. Al ingeniero canario le asigna el zar la exclusiva responsabilidad de desarrollar la feria comercial de esta ciudad. En este cometido diseñó los planos y proyectos de los edificios comerciales y administrativos, el esquema urbanístico así como un canal en forma de herradura.

A su regreso a San Petersburgo, Betancourt proyecta nuevas barcas para el puente de San Isaac sobre el Gran Neva. En 1819 Betancourt es designado Director General del Departamento de Vías de Comunicación además de mantener el cargo de Inspector del Instituto homónimo. Se le nombra asimismo miembro de la Sociedad Imperial de Mineralogía de Rusia.

A lo largo de 1820 Betancourt realizó grandes viajes por el corazón de Rusia para conocer el estado de las vías de comunicación del Imperio ruso que dio a conocer al Zar antes de finalizar el año. Pese a lo crítico de la situación se experimentó un notable impulso a la construcción y reparaciones de obras como canales, esclusas, vías de navegación interior, entre otras infraestructuras. Dos nuevos españoles se incorporaron en 1821 al Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación: su sobrino Agustín de Monteverde y Betancourt, que se encargó inicialmente de la construcción del camino entre San Petersburgo y Moscú, para luego pasar a Odesa (fundada por otro español, José de Ribas) donde se encargó del abastecimiento del agua a la ciudad, y Miguel Espejo que se dedicó a la construcción de puentes y caminos. Antes de finalizar el año se reconstruyen acueductos y se finalizan abastecimiento de aguas a distintas poblaciones rusas a orillas del Volga.

En 1822 comenzó a declinar el prestigio de Betancourt a pesar de sus proyectos y obras técnicas. Betancourt cesa en sus cargos después de ser recibido por el Zar pero mantiene su obsesión por acabar las obras de Nizny Novgorod. Su hijo Alfonso ingresó en 1823 como alumno en el Primer Regimiento de Caballería de la Guardia Imperial Rusa. En julio de 1824 Betancourt solicita al Zar protección para su familia y la respuesta no se deja esperar: “Los servicios eminentes que habéis rendido al Estado os deben tranquilizar sobre la suerte de vuestra familia pues me considero en el deber de testimoniarle lo mucho que los aprecio”. Pocos día más tarde, Agustín de Betancourt y Molina falleció en San Petersburgo y está enterrado en el cementerio-museo de Lazarevkoye, donde reposan los restos de célebres ciudadanos rusos.





MAG/22.10.2014

sábado, 18 de octubre de 2014

Ateas, el más poderoso rey escita

Sincronizo esta vez sí el personaje que hoy subo al 'blog' con la última de las clases recibidas. Ateas, el más poderoso de los reyes de los escitas, nació en el año 429 a.C y falleció en combate con el rey macedonio Filipo II, padre de Alejandro Magno, en el 339 a. C..

No es seguro que Ateas perteneciese a la dinastía real de Escitia; muchos de los historiadores lo consideran como un usurpador que derrocó a otros reyes escitas y eliminó la tradicional división tripartita de la sociedad escita el año 400 a. C. Al final de su reinado, había unido bajo su poder las tribus escitas que habitan un vasto territorio entre el Danubio y los pantanos meotes. Su supuesta capital fue excavada por arqueólogos soviéticos cerca de la ciudad de Kamianka, cerca del Dnieper.

Por su origen iranio, la cultura del pueblo escita estaba caracterizada por el pastoreo nómada y la cría de caballos de monta. Con sus correrías por las llanuras al norte del mar Negro, estos guerreros seminómadas impresionaron a los antiguos griegos por su habilidad como jinetes y arqueros, sus costumbres y riquezas. Las costumbres sanguinarias de los escitas reales, la élite guerrera de este pueblo, aterrorizaban a sus enemigos y su barbarie se hizo proverbial en Grecia y Oriente. Los nómadas escitas eran hábiles jinetes y diestros arqueros, tan feroces como valientes, que se adornaban con pieles y cabezas humanas como trofeos. Con la piel de la mano derecha cubrían el carcaj y destinaban la del tronco a confeccionar estandartes.

Para estos guerreros esteparios, el caballo tenía el mismo valor que el camello para los pueblos del desierto. Fueron de los primeros en utilizar la silla de montar y el estribo. Consumían la leche y la carne equinas y, de hecho, hasta ofrecían al animal como holocausto. Cuando moría un guerrero escita, mataban a su cabalgadura y la enterraban, arneses y adornos incluidos, con todos los honores.

Victoriosos sobre el Imperio persa, en las tumbas de sus reyes el brillo del oro atestigua su pasión por la belleza y el lujo.

Los escitas vestían caftán y pantalones largos sujetos por una correa de cuero bajo las botas. La élite guerrera, la aristocracia escita, se distinguía por las chapas de oro de animales cosidas a suss ropajes. Los orfebres escitas siempre representaban a los animales objeto de adoración: jabalíes, ciervos, pumas, grifos, peces, águilas. Era extraño ver a un escita sin su espada corta de hierro, sin su carcaj que podía alojar hasta 300 flechas trilobuladas, y sin su pequeño arco curvo, muy útil para lanzar desde un caballo a galope.

Los escitas practicaban la brujería y el chamanismo y adoraban al fuego y a una diosa madre. Como creían que la tumba era la morada de los muertos, sacrificaban a los esclavos y los animales con el fin de que prestaran servicio a su amo fallecido. Los tesoros y los criados supuestamente hacían compañía a los caciques en el “otro mundo”. En un sepulcro real se hallaron cinco criados en posición horizontal, con los pies apuntando hacia su amo, preparados para reincorporarse y asumir de nuevo sus obligaciones.

Cuando moría un gobernante, los escitas le daban sepultura junto a espléndidas ofrendas y, durante el período de duelo, derramaban su propia sangre y se afeitaban la cabeza. Heródoto escribió: “Se cortan un trozo de oreja, se afeitan el cabello en redondo, se hacen cortes en los brazos, se desgarran la frente y la nariz y se clavan flechas a través de la mano izquierda”.

Las tumbas de los escitas eran sumamente visibles, ya que enterraban a sus muertos resaltando su ubicación apilando tierra y rocas para formar montículos (kurganes), confiando en que sus enemigos no molestarían a sus muertos en su última morada, dado el temor que suscitaban los escitas a aquellos a quienes sometían. En el interior de los túmulos funerarios se han hallado muchos adornos que reflejan el modo de vida de aquel pueblo. El zar ruso Pedro el Grande comenzó a coleccionar estas llamativas piezas en 1715, y en 1718 un decreto gubernamental ordenaba que en Rusia ”se recojan en la tierra y en el agua las armas antiguas, las viejas inscripciones, la vajilla y todo lo que sea antiguo e insólito”. En la actualidad los objetos de los kurganes escitas se exhiben en los museos de Rusia y Ucrania.

Orgulloso de las costumbres de su pueblo, el rey Ateas despreciaba la cultura griega, como lo muestra Plutarco con estas dos anécdotas: Ateas hizo prisionero a Ismenias, un excelente flautista, y le mandó que tocara y cuando los demás se admiraban, él juró que era más agradable escuchar el relincho de un caballo. Ateas escribió a Filipo: “Usted reina sobre los macedonios, los hombres que han aprendido a luchar, y yo sobre los escitas, que puede luchar con el hambre y la sed". Ateas hacía referencia a la dieta de los escitas, pobre y monótona, a la que se atribuye la impotencia y la esterilidad proverbiales entre los hombres escitas.

Hacia finales de su vida, Ateas invadió cada vez más la esfera de influencia griega-macedonia en los Balcanes. Fuentes griegas registran su campaña contra la tribu de los histriani en Tracia. Al principio Ateas consideró prudente contar con la ayuda de Macedonia. Cuando las tropas de Filipo II llegaron a Escitia, fueron rechazados con desprecio: el rey de los histriani había muerto y la acción militar ya no era de interés. Otra colisión entre Filipo y Ateas surgió durante el primer sitio de Bizancio, cuando los escitas se negaron a proporcionar tropas con suministros para los macedonios, citando la esterilidad de sus tierras como un pretexto.

Estos pequeños conflictos con Ateas dieron a Filipo un motivo para invadir sus dominios. El golpe final fue la renuencia de los escitas para permitir a Filipo dedicar una estatua de Hércules en la desembocadura del Danubio. En 339 a. C., los dos ejércitos se enfrentaron en las llanuras de la actual Dobruja. Ateas de noventa años de edad, murió en combate y su ejército fue derrotado. Filipo parece haber sido herido con su caballo que murió en medio de la refriega. 
 
A raíz de esta derrota, el imperio alcanzado por Ateas se derrumbó y los escitas tuvieron que comprar la paz al precio de 20.000 mujeres escitas y muchas yeguas esteparias para los macedonios. Los escitas desaparecieron de la historia de forma enigmática.
Una investigación antropológica llevada a cabo sobre los restos cremados encontrados en una tumba real en Vergina, Grecia, ha concluido que los restos pertenecen al rey Filipo II, padre de Alejandro Magno, y a una mujer guerrera desconocida que puede tratarse de la hija del rey escita Ateas.

MAG/18.10.2014

sábado, 11 de octubre de 2014

José de Ribas, fundador de Odesa y Almirante de Rusia

Rompiendo nada más comenzar, y precisamente para ello, el pretendido sincronismo entre las explicaciones del profesor y las publicaciones de este 'blog', subo hoy la vida y hazañas de este singular español tan imbricado en la política rusa de finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX.


Un español de visita en Odesa (actualmente en Ucrania) difícilmente se podría imaginar que una de las avenidas más céntricas de la ciudad, la Deribásovskaya (Дерибасовская = La Avenida de De Ribas), estuviese dedicada a un compatriota. Y lo está, pues el fundador en 1794 de Odesa fue precisamente José de Ribas y Boyons, hijo del Cónsul español en Nápoles, donde nació en 1749, y quien, al final de una vida azarosa, alcanzó el grado de almirante de la Marina rusa. 
 

El joven José comenzó su brillante carrera militar a los 16 años y a los 20 ya era mayor del Ejército de Nápoles. Pero su vida cambió radicalmente cuando se encontró con Aleksey Orlov, agente ruso, hermano de Gregory, uno de los amantes de la zarina Catalina II de Rusia. Ésta había enviado a Aleksey a Italia para encontrar y devolver a Rusia a la "bella impostora Tarakanova" quien se hacía pasar por princesa rusa y nieta del zar Pedro I el Grande. El espía ruso vio en José a un joven educado, inteligente y muy bien relacionado que podría ayudarle a cumplir su misión. Aleksey propuso al joven José unirse al servicio de Rusia como su ayudante e intérprete. Entre ambos urdieron una ingeniosa treta. José hizo que llegara a oídos de Tarakanova que Aleksey había caído en desgracia y sentía, por dicho motivo, un gran rencor hacia Catalina II. A la impostora le pareció ver una oportunidad para aumentar sus influencias contra la zarina. Aleksey y Tarakanova se encuentran, comprometiéndose, en principio, a apoyarse mutuamente y en matrimonio estratégico, poco después. La boda se celebrará a bordo del barco de Aleksey fondeado en el puerto de Livorno. Cuando Tarakanova aparece vestida de novia, el barco leva anclas rumbo a San Petersburgo, donde encierran a la impostora hasta su muerte.


Ya en Rusia, José de Ribas ingresa, a sus 23 años, voluntario en la Flota del Mar Negro como miembro de la nobleza española. Despliega con buena fortuna sus dotes de oficial en combate contra los otomanos y pronto es nombrado capitán con destino en San Petersburgo, donde contrae matrimonio tres años más tarde con una hija ilegítima del Ministro de Construcciones de la zarina. Ésta asiste a la boda y será la madrina de las dos hijas del matrimonio, Sofía y Anna. 
 

En 1783, nueve años después de su llegada a San Petersburgo, entró al servicio del nuevo favorito de la reina, el Príncipe Grigori Potemkin. Algunos historiadores adjudican esta importante escalada a una íntima relación con la zarina, fruto de la cual nació en 1776 José I Sabir (Ribas, leído al revés). Acompaña a Potemkin al Sur de Ucrania, donde es ascendido a coronel y posteriormente a brigadier. Colabora con Potemkin en la conquista para Rusia de la península de Crimea, así como en la construcción de la nueva Flota del Mar Negro y su puerto base, Sebastopol. Reanudada la guerra con Turquía, tuvo una brillante actuación en la batalla naval del estuario del Dniéper, dejando en su camino más de un centenar de naves turcas destruidas o capturadas y tomando la isla de Berezan, lo que le valió el ascenso a general mayor y el mando de la recién creada flotilla de Lyman, la mitad de cuyos efectivos estaba compuesta por cosacos ucranianos. Con estos hombres participó en el asedio a la fortaleza de Ochákiv. Con la ayuda del General Aleksandr Sukórov y la de nueve columnas asaltaron la fortaleza, tomándola en una de las mayores masacres del siglo (murieron más de 40000 turcos), lo que le valió ser considerado parte del selecto círculo de las águilas de Catalina, siendo premiado con una espada con diamantes y 800 siervos. 
 

Sus acciones habían dado a Rusia el control de las puertas de dos de los principales ríos de Europa y provocaron temor en los británicos al creer que los rusos accederían también al Mar Rojo para seguir la batalla contra los turcos. El invicto General Sukórov decía que con un buen regimiento José de Ribas sería capaz de conquistar Constantinopla.


En 1792 firmó el Tratado de Jassy como uno de los tres plenipotenciarios designados por Potemkin ante el imperio otomano para firmar la paz. En él se cedía a Rusia toda la orilla norte del Mar Negro. De Ribas fue nombrado contraalmirante y posteriormente vicealmirante, con lo que se puso fin a la insólita situación de un mando del ejército de tierra al frente de la flota. 
 

Después de más batallas y éxitos, en 1793, presenta ante la zarina el proyecto de una ciudad en las ruinas de la antigua Jadzhibey. En un decreto personal, Catalina le encomienda la construcción de lo que pasaría a ser Odesa, y el ya vicealmirante, tomando como modelos el urbanismo francés y las ciudades de Livorno, Génova y Nápoles, se pone manos a la obra, logrando finalizar su proyecto en el tiempo récord de dos años. En 1794 es nombrado gobernador de la ciudad y Catalina II la bautiza como Odesa en memoria de la antigua colonia griega Odissos que se asentaba en el lugar. Los primeros habitantes fueron cosacos, aunque muy escasos. Para atraer nuevos pobladores José de Ribas declaró que los que se establecieran en Odesa no pagarían impuestos y se les darían tierras para construir sus casas. En 1799 la ciudad ya contaba con más de 4500 ciudadanos y con el tiempo Odesa se convirtió en uno de los puertos más importantes del Mar Negro.


Con la muerte de la zarina, el nuevo emperador Pablo I llama a San Petersburgo a José de Ribas, asignándole el puesto de informador sobre asuntos de Almirantazgo.


Una de las iniciativas del nuevo emperador fue la creación del Ministerio de Montes, y así el primer Ministro ruso de Montes de la Historia fue un español.


Posteriormente José de Ribas fue sometido a proceso por supuestas malversaciones en la fundación de Odesa. En la capital, De Ribas logró granjearse la confianza del Zar, por lo que los cargos fueron desestimados y sus propiedades y honores restituidos. Fue ascendido a almirante, aunque posteriormente fue víctima de conspiraciones palaciegas que lograron que fuera apartado de sus cargos en marzo de 1800. A raíz de esta destitución, contactó con los círculos de descontentos de la errática política de Pablo I y conspiró, junto con el vicecanciller Nikita Panin y el gobernador de San Petersburgo Piotr Alexéyevich Von Palen el acceso al trono de su hijo Alejandro, el heredero; pero estos planes fueron frustrados por la enfermedad que afligió a José de Ribas, unas fiebres crónicas de las que se había contagiado en campaña, falleciendo el 2 de diciembre de 1800. Muchas fuentes coinciden en manifestar que fue envenenado por Von Palen, ante el temor de éste de que José de Ribas en su delirio revelara los planes golpistas.

MAG/11.10.2014

Nacimiento del 'blog'




A todos los compañeros de clase:

Como algunos conocéis, el pasado curso los alumnos de la asignatura de Historia de la Cultura Occidental creamos un 'blog' donde, en pretendido sincronismo con las explicaciones del Profesor Abella, publicamos breves artículos sobre los actores relevantes y sus improntas en la evolución de la cultura occidental y sus circunstancias.

Consultados el profesor y algunos alumnos, nos hemos decidido a crear en este curso 2014-2015 un nuevo 'blog' ahora sobre la Historia de la Cultura Rusa, en el que los compañeros que lo deseen puedan exponer e intercambiar sus ideas, comentarios y opiniones sobre la temática de la asignatura. 

Y como un símbolo de nuestra asignatura subo un cuadro del pintor Kandinski (Канди́нский) antes de abrazar el arte abstracto, y en el que representa la cultura primitiva y las manifestaciones artísticas populares rusas, en concreto el arte de la región de Volodga, rico en ornamentos y símbolos. 

Con la ilusión de que esta plataforma digital de encuentro sea utilizada por un buen número de compañeros, quedo a vuestra disposición para que entre todos podamos cubrir nuestro objetivo de enriquecimiento académico en un ambiente participativo.

Un abrazo


Manuel Avendaño Gascón