Tras
la fragmentación del Imperio Turco Gök, los jázaros (khazars
en inglés) emergieron como una potencia regional, creando una red
comercial norte-sur y recibiendo tributos de 25 pueblos a ellos
sometidos. Implantaron una administración fiscal centralizada que
permitió el despliegue de un ejército de 10 000 hombres y una red
de fortificaciones logrando así una estabilidad interna y capacidad
agresiva frente a otros pueblos de la estepa.
Los
jázaros llegaron a controlar un vasto imperio y su influencia se
extendió hacia lo que hoy es Polonia, Austria, Rumanía, Hungría,
etc., jugando un papel central en las más importantes guerras de la
región del Cáucaso. A principios del siglo VII, se unieron con
turcos y bizantinos para derrotar al estado persa.
En
los siglos VII y VIII, defendieron la frontera del sudeste de Europa
de la invasión árabe, permitiendo indirectamente a la Cristiandad
sobrevivir en Bizancio y más tarde crecer en Ucrania.
Sobre
el 740 d.C. el rey Bulán, adopto el judaísmo por razones políticas,
a fin de que su pueblo no desapareciese absorbido por los reinos
cristianos desde Bizancio o los musulmanes del Califato de Baghdad.
Sin
embargo, los jázaros practicaron una tolerancia religiosa como lo
demuestra el hecho de que en el Tribunal Supremo de su capital, Itil,
se hallaba representada cada religión principal (Cristianismo,
Islam, Judaísmo, y el paganismo eslavo).
El
profesor Peter Golden de la Universidad de Rutgers (New Jersey),
escribió en su libro Khazar
Studies que
"A cada escolar en el mundo occidental se le ha dicho que sino
fuera por Carlos Martel y su victoria en la batalla de Poitiers,
hubiera podido encontrarse ahora una mezquita en el lugar en que está
erigida actualmente la catedral de Notre Dame. De lo que pocos
escolares son conscientes es que si no fuera por los jázaros Europa
Oriental bien podría haberse convertido en una provincia del Islam".
La
historia de los jázaros llamó la atención de un famoso médico y
diplomático judío español conocido como Hasdai ibn Shaprut,
canciller del Califato de Al-Andalus, nacido en Jaén en 910 y
fallecido en Córdoba en 975. Enterado por mensajeros bizantinos de
que los jázaros estaban gobernados por un rey nombrado Yosef le
escribió una carta, en la que le decía: "Nosotros vivimos en
la diáspora sin poder alguno. Cuando oímos hablar del poderío de
su monarquía, y de su ejército poderoso, fuimos presa del asombro.
Alzamos nuestras cabezas, nuestros espíritus retornaron, nuestras
manos fueron fortalecidas y el reino de mi señor fue nuestra
respuesta de defensa. Cuando estas noticias ganen más fuerza, a
través de ella nos elevaremos más allá".
La
carta de Hasdai, y la contestación que le envió Yosef, fue
descifrada gracias al trabajo del estudioso Yitzhak Aqrish
(1489-1578?), otro sefardí exiliado en Egipto. Aqrish descubrió
copias de las cartas de Hasdai y de Yosef en El Cairo y las publicó
en Constantinopla en un panfleto en hebreo llamado Kol Mebasser, con
el objeto de levantar el espíritu de los judíos oprimidos alrededor
del mundo.
Otra
vinculación de los jázaros con Sefarad aparece cuando David ben
Yosef, de siete años, hijo del Qagan de Samandara, es enviado en
1150 a España para estudiar judaísmo en la misma residencia de
Moshe ben Maimon (Maimónides) hasta alcanzar el rabinato. Diez años
más tarde regresa a Jazaria, donde a la muerte de su padre, accede
al puesto de Qagan.
Pero
sin duda la relación más estrecha entre un sefardí y el pueblo de
los jázaros se encuentra en la principal obra del filósofo y médico
español, Yehudah Ben Samuel Halevi, nacido en Tudela sobre el año
1070, considerado como uno de los poetas judíos más destacados en
la literatura hispano-hebrea es la llamada El Kuzarí o Libro
de la prueba y del fundamento sobre la defensa de la religión
menospreciada, escrito entre 1130-1140, y compuesto de cinco
discursos. El nombre dado al libro,El Kuzarí, se debe a que
el autor presenta en su obra a un rey pagano —el rey de los
Jázaros— que quiere conocer la verdadera religión y que, tras
acudir a filósofos aristotélicos, a cristianos y a musulmanes, solo
encuentra la verdad en las fuentes bíblicas del judaísmo, de las
que ya le habían hablado, pero que solamente un sabio judío
ortodoxo le revela en toda su verdad e integridad. Así, hace una
apología del judaísmo y de lo que llama «la verdadera revelación»
y, aún siendo una obra de carácter principalmente edificante y
apologético, abundan en ella los conceptos teológicos y
filosóficos. Constituye un extraordinario compendio de tradiciones
orales y costumbres semitas.
MAG/03.11.2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario