lunes, 25 de mayo de 2015

Piotr Alekséyevich Kropotkin, el príncipe anarquista



El príncipe Piotr Alekséyevich Kropotkin (Пётр Алексеевич Кропоткин) nació en Moscú en 1842, en el seno de una familia noble. Su padre, el príncipe Alekséi Petróvich Kropotkin, descendiente de los Rúrik, era dueño de grandes latifundios en tres provincias, y disponía de unos 1200 siervos.

Por orden del zar Nicolás I, a los doce años ingresó en el Cuerpo de Pajes en San Petersburgo, la academia militar más selecta de Rusia, que suministraba al imperio sus asesores y funcionarios de élite. Kropotkin detestaba la disciplina militar de la escuela, pero su formación académica fue intensiva, recibiendo una educación racionalista y liberal, con un fuerte énfasis en las ciencias.



Desilusionado con la Corte, pidió ser destinado a un regimiento en Siberia para estudiar geología. Allí sus expediciones geográficas le pusieron en contacto con las gentes sencillas y sus virtudes y al mismo tiempo conoció la crueldad del sistema penal ruso. A raíz de la represión de la insurrección de Polonia en 1863, abandonó el Ejército y se dedicó a la geografía, asumiendo posturas críticas contra el régimen zarista. 

Después de unos años de estudio, hizo un viaje por Europa. El contacto con los anarquistas del Jura suizo fue decisivo: admiraba su vida marcada por el amor a la libertad y la combinación de industria doméstica (relojes) con trabajo en tierras propias: preferían ganar menos (en comparación con las obreros de las fábricas) a perder la libertad.

Cuando regresó a Rusia, entró en contacto con los narodniki y se dedicó a la difusión de sus ideas anarquistas, influido por Proudhon y Bakunin. En 1872 se afilió a la Primera Internacional (la AIT), en cuyo seno apoyó la corriente anarquista de Bakunin en contra del liderazgo de Marx. La represión zarista lo encarceló en la fortaleza de Pedro y Pablo (1874). Allí enfermó, fue trasladado al hospital y consiguió evadirse huyendo a Francia en 1876. 



En París participó en los intentos de reunificación del movimiento obrero internacional y con la ayuda del geógrafo Eliseo Réclus fundó el periódico Le Révolté, en cuyas páginas defendió las ideas anarquistas y la necesidad de hacerlas realidad mediante el uso de la violencia. La participación en algunos disturbios le llevó a la cárcel de nuevo en 1882. Preso durante tres años, enseñó a los presos geografía y matemáticas, colaborando también en revistas y enciclopedias. 

Enfermó en la cárcel y las presiones de los intelectuales consiguieron su libertad en 1886, pasando a Inglaterra. Se estableció en un suburbio de Londres, donde ocupaba su tiempo cuidando de su jardín, y recibiendo a ilustres visitantes como Bernard Shaw y Thomas Mann). En este periodo escribió sus principales obras, en las que definió el comunismo libertario, ideología predominante entre los anarquistas de finales del siglo XIX y comienzos del XX, que vino a sustituir al colectivismo de Proudhon y Bakunin. Destacan La conquista del pan y Memorias de un revolucionario, La anarquía, su filosofía, su ideal, Campos, fábricas y talleres (colección de artículos) y La ayuda mutua

La ayuda mutua es la obra más representativa de la personalidad intelectual de Kropotkin. En ella se encuentran expresados por igual el hombre de ciencia y el pensador anarquista; el biólogo y el filósofo social; él historiador y el ideólogo. Abarca casi todas las ramas del saber humano, desde la zoología a la historia social, desde la geografía a la sociología del arte, puestas al servicio de una tesis científico-filosófica que constituye, a su vez, una particular interpretación del evolucionismo darwiniano.

Kropotkin parte, como todo anarquista, de la creencia en la capacidad del hombre para la convivencia: el hombre tiene tendencia espontánea a apoyarse mutuamente. Frente al principio darwinista de la lucha por la supervivencia individual, él defiende el principio de colaboración y ayuda mutua sobre el que se basan las sociedades animales. No sobreviven los animales más astutos o fuertes, sino los que saben cooperar mejor. Lo que sucede es que no todas las formas de convivencia humana promueven la ayuda mutua: hay formas sociales naturales y antinaturales. Los hombres viven más felices en grupos pequeños, que pueden funcionar sin ninguna autoridad porque en ellos es más fácil desarrollar la inclinación a la ayuda mutua. Una gran sociedad puede ser natural solamente si descansa en pequeñas comunidades naturales.

Gradualmente fue adoptando posiciones más moderadas: preconizó vías de acción eminentemente políticas, valoró positivamente la lucha sindical como medio de despertar la conciencia revolucionaria de las masas, e incluso recomendó a sus seguidores apoyar al bando aliado en la Primera Guerra Mundial (1914-18). 

Cuando llegó la Revolución de 1917, la acogió entusiasmado y regresó a Rusia. Aceptó a Alexandre Kerenski como etapa de transición burguesa, porque era un avance. Acepto el golpe revolucionario de los bolcheviques Lenin y Trosky, porque creía en los soviets. Pero cuando vio que se instalaba una dictadura, se colocó en la oposición. Se retiró enfermo a una aldea cercana a Moscú, viviendo de las coles que él mismo cultivaba, sin aceptar la mejora en alimentación que le ofrecieron los bolcheviques.

En noviembre de 1920 entregó a Margaret Bonfield su Carta a los obreros de todo el mundo que fue muy difundida. En ella exhortaba a todos los pueblos a aprender de la Revolución Rusa; alababa a los soviets como instituciones de participación directa, como un primer paso en el camino hacia el comunismo libertario (es decir, el anarquismo); pero hacía notar que habían sido reducidos a instrumentos al servicio del Partido Comunista. 

Poco antes de morir, escribía a Lenin:

No puedo llegar  a comprender, por más que me esfuerzo y por más voluntad que pongo en ello, cómo nadie de los que le rodean a usted no le ha dicho todavía que las decisiones del género que usted está tomando evocan los oscuros tiempos de la Edad Media y los días de las Cruzadas. Vladimir Illich, sus actos resultan muy poco dignos de las ideas que, según usted mismo, sostiene…Si tales métodos son tolerados ahora, no nos será muy difícil que un día no muy lejano se use entre ustedes la tortura como en la Edad Media…



Kropotkin murió cuando intentaba formar un grupo político de inspiración anarquista en la Rusia soviética el 8 de febrero de 1921. A su entierro unas 100 000 personas acompañaron al féretro, seguidas de una orquesta que ejecutaba la Patética de Chaicovski. Cientos de banderas de partidos políticos, sociedades científicas, sindicatos y organizaciones estudiantiles ondeaban entre los concurrentes. En el Museo Tolstói también ondeaba la bandera negra de los anarquistas. Una vez en el cementerio, los oradores fueron pronunciando sus homenajes; el último en hablar fue Aarón Barón, uno de los anarquistas presos liberados provisionalmente, que audazmente protestó contra el gobierno bolchevique, las cárceles y las torturas contra los revolucionarios opositores. El entierro de Kropotkin fue la última manifestación masiva del anarquismo ruso durante el gobierno bolchevique.


MAG/25.05.2015




sábado, 16 de mayo de 2015

Nikolái Chernishevski y Nikolái Dobroliúbov



Nikolái Gavrílovich Chernyshevski (Никола́й Гаври́лович Черныше́вский) nació en Sarátov en 1828, hijo de un pope de la iglesia rusa. Estudió en el seminario local donde, además de profundizar en teología, aprendió francés, inglés, alemán, italiano, griego, latín y eslavo antiguo y se entregó a la literatura ayudado por sus conocimientos lingüísticos. 

Continuó sus estudios en la Universidad de San Petersburgo, en la que ya se muestra como un ateísta, inspirado por autores como Alexander Herzen, Vissarion Belinsky, Ludwig Feuerbach y Charles Fourier. Después de graduarse en 1850, volvió a Sarátov, donde fue profesor de literatura. Desde 1853 a 1862, vivió en San Petersburgo, donde fue el editor jefe de Sovreménnik ("El contemporáneo"), en la que publicó sus principales críticas literarias y sus ensayos sobre filosofía. 

En 1862 fue arrestado y confinado en la Fortaleza de San Pedro y Pablo, donde escribió su famosa novela ¿Qué hacer?, que sirvió de inspiración a muchos de los revolucionarios rusos que querían emular a Rakhmetov, héroe de la novela, entregado en cuerpo y alma a la revolución, asceta en sus costumbres y disciplinado sin concesiones hasta llegar a dormir sobre un lecho de clavos y alimentándose de carne cruda a fin de fortalecerse para la Revolución.

Chernyshevski fue el fundador del Narodismo o populismo ruso, que perseguía, mediante la agitación, subvertir la autocracia y crear una sociedad socialista basada en las antiguas comunidades de los campesinos. Entendía la lucha de clases como el medio para que la sociedad avanzase en los intereses de la gente trabajadora. En su concepción, las masas eran quienes hacían la historia. Utilizaba la expresión ‘cuanto peor, mejor’ para indicar que cuanto peores fueran las condiciones sociales de partida, más proclives se encontrarían para desencadenar la revolución.

Socialista utópico, comunista, nihilista o incluso libertario, Chernyshevski es un perfecto representante de la generación de los hombres de los años ’60, que no son ni nobles, ni campesinos ni comerciantes, proceden muchos de los seminarios y tienen que trabajar para pagarse los estudios universitarios. Políticamente sueñan con una revolución socialista que aporte la felicidad a las masas, tras la caída de la monarquía autocrática, alcanzando la libertad política, social, moral y sexual.

Para Chernyshevski la vía del progreso hay que buscarla en la Ciencia, como fundamento de la organización económica y social. La primacía habría que otorgársela a las matemáticas sin desdeñar las ciencias aplicadas como la economía y la medicina. Todavía adolescente presumía de haber descubierto una fórmula matemática universal del movimiento perpetuo que permitiría abolir toda necesidad de trabajo físico. Éste y la enfermedad son los dos obstáculos del hombre que habrá que hacer desaparecer para construir la sociedad nueva, puesto que la revolución social no puede consistir en otra cosa que no sea instaurar un nuevo Edén.



Algunos historiadores defienden que la novela de Chernyshevski ¿Qué hacer? aportó más dinámica emocional a la Revolución Rusa que ‘El Capital’ de Marx. El propio Lenin no sólo hizo referencia a la novela de Chernyshevski, sino que escribió una obra sobre teoría política con el mismo título.

A Dostoyevski le enfurecía la ingenuidad de las ideas políticas e incluso la psicología que emanaban de la novela de Chernyshevski y escribió Memorias del subsuelo como reacción a ¿Qué hacer?.

Chernyshevski fue condenado a ejecución civil (fusilamiento simulado), a trabajos forzados en una mina desde 1864 a 1872 y al exilio a Siberia desde 1872 a 1883. En 1889 le permiten regresar a Sarátov, donde fallece a la edad de 61 años.



Nikolái Alexándrovich Dobroliúbov (Никола́й Алекса́ндрович Добролю́бов) nació en Nizhny Novgorod (actualmente Gorky) en 1836, hijo de un pope. Nikolái realizó sus estudios en el seminario local, donde sus profesores lo consideran un alumno prodigio pues ya a los 13 años escribía poesías y traducía a Horacio. En 1853 se trasladó San Petersburgo matriculándose en el Instituto Pedagógico Superior de Petersburgo. Un año más tarde fallecen sus padres y se tiene que hacer cargo de sus hermanos menores, teniendo que trabajar como tutor y profesor, lo que impactó en su salud quebradiza.

En la Universidad organizó un círculo clandestino democrático, publicó un periódico manuscrito ‘Slukhy’ y lideró la lucha estudiantil contra la administración reaccionaria. Sus poemas ‘A los 50 años de Nikolai Gretsch’ y la ‘Oda a la Muerte de Nicolás I’,  distribuidos clandestinamente, mostraban una actitud hostil contra la autocracia. Dobroliúbov estigmatizaba el despotismo y la servidumbre, comparándolos a una prisión en la que todas las cosas vivas morían. Pronosticaba la inevitable aparición de un héroe combativo en la vida de Rusia: el ‘Insarov’ ruso.

Desde 1856, colaboró con su maestro Nikolái Chernyshevski en Sovreménnik ("El contemporáneo”), como responsable de la sección de crítica y bibliografía. En cinco años de obra creadora, Dobroliúhov escribió muchos artículos sobre ciencia (pedagogía, estética, filosofía) y arte. Uno de sus obras más famosas ‘¿Qué es el Oblovismo?’, se basa en la novela ‘Oblomov’ de Ivan Goncharov. Oblómov es el protagonista de la novela, a menudo considerado como la personificación del hombre superfluo , un tópico recurrente a lo largo de la literatura rusa del siglo XIX. El libro se considera una sátira de la nobleza rusa, cuya función social y económica estaba cuestionada en la Rusia de mediados del XIX. Sin embargo, la prosa de Goncharov hace sentir al lector una gran empatía por el protagonista, explicando con exactitud y sensibilidad psicológica su desdichada manera de ser. No se trata de un tópico, de un personaje tipo. Gracias a eso, la novela goza de gran fama en todo el mundo, y no es simplemente un documento sociológico de la época y el país en la que está situada. La novela fue muy popular en Rusia y muchos de los personajes y situaciones han dejado una fuerte huella en la cultura y la lengua rusa, convirtiéndose Oblómov en un término popular para describir a cualquiera que muestre una actitud pasiva e indecisa.

Dobroliúbov tendía al historicismo, defendía el principio de que la naturaleza y la sociedad se hallaban en constante desarrollo. En comparación con Chernyshevski, profundizaba menos en la investigación de la teoría socialista, pero en lo fundamental mantenía las mismas posiciones que su maestro y luchó para que Rusia se orientara hacia el socialismo. 

Señalaba que la literatura y el arte tienen una misión social: representar lo «absurdo» de las relaciones sociales existentes en aquel entonces, ver las «tendencias naturales» del pueblo, buscar el ideal en la vida. El principal mérito del escritor como artista estriba en la verdad de sus representaciones, escribió Dobroliúbov. 

Consideraba que únicamente la revolución, la acción revolucionaria de las propias masas, podía modificar de raíz el orden existente, romper el mecanismo autocrático que se distinguía por su «total podredumbre», acabar con el «reino de las tinieblas» del régimen de servidumbre. Dobroliúbov denunciaba el carácter falsamente radical de las acusaciones literarias de los liberales. Soñaba con una sociedad en la que «el significado del hombre se determinara por sus méritos personales» y «cada uno adquiriera los bienes materiales en rigurosa dependencia de la cantidad y mérito de su trabajo»

El nombre de Dobroliúbov está principalmente unido al compromiso de la obra de Ostrovski y de Goncharov a quienes analizó críticamente, sin olvidar tampoco a Pushkin, Lérmontov y Belinski. Dio un nuevo impulso a la tradición crítica que derivaba de este último, pues sostenía que la literatura y el arte tienen una irrenunciable misión social: debían representar lo «absurdo» de las relaciones sociales existentes y descubrir las «tendencias naturales» que anidaban en el pueblo, tendencias que buscaban salir a la luz y, además, debían  señalar a la sociedad cuál era el ideal que, con vista al bien común, debía seguirse en la vida. Esta interpretación directa de la realidad determinó el futuro de la crítica literaria rusa



No obstante reconocer el talento de Chernishevski y Dobroliúbov, la gran mayoría de los miembros de la ‘intelligentsia' de origen noble, la conocida como generación de los años ’40, consideraba que su actitud era demasiado agresiva y ofensiva; que actuaban movidos por burda vanidad y, sobre todo, les criticaban que subordinaran la valoración estética a un criterio que le resultaba exterior, un criterio basado en consideraciones no estéticas, sino sociales y políticas.

Así, los escritos de Turguéniev habían sido recibidos con algunos ataques, pues venían considerados  frutos de un representante decaído de los “hombres superfluos”. No hay que decir que tales  injurias resultaban al escritor tanto más amargas en cuanto aparecían en la misma revista en que él publicaba sus propias obras. Dobroliúbov, por su parte, no ocultaba, aún en el trato personal, su “repugnancia” por Turguéniev. Sin embargo, el talante de Turguéniev era demasiado civilizado; era demasiado educado para guardarle algún resentimiento al joven crítico. Lo consideraba al máximo como un fanático, alguien torpe y mal educado.

En mayo de 1860, por insistencia de sus amigos, Dobroliúbov viajó al extranjero para tratarse la tuberculosis que padecía. Visitó Alemania, Suiza, Francia e Italia. En éste tuvo la oportunidad de conocer el movimiento de liberación nacional liderado por Garibaldi.

En julio de 1861, Dobroliúbov regresó a Rusia donde falleció de tuberculosis aguda cuatro meses más tarde a los 25 años de edad.


MAG/16.05.2015



viernes, 8 de mayo de 2015

La historia de amor de Iván Turguéniev y Paulina García



Iván Serguéyevich Turguéniev (Иван Сергеевич Тургенев) nació el 9 de noviembre de 1818, en Orel, en Rusia central y estudió en las universidades de San Petersburgo y Berlín. Pudo observar desde su niñez, cuando vivía en las tierras de su familia, el sufrimiento de los siervos y los malos tratos a los que estaban sometidos. Estos abusos, muy arraigados en el sistema social ruso, se convirtieron en tema recurrente de sus obras. 

Antes de dedicarse por completo a la literatura, trabajó durante un tiempo como funcionario gubernamental en San Petersburgo. Su primer trabajo publicado, el extenso poema Parasha (1843), tuvo una buena acogida entre la crítica literaria fue un escritor, novelista y dramaturgo, considerado el más europeísta de los narradores rusos del siglo XIX. Sus novelas, poemas y obras teatrales se caracterizan por una elegante ejecución, una gran lucidez y una ideología liberal. 

En los años siguientes, la aparición de varias obras más le consagraron como el escritor ruso más significativo de su época. Participó en el enfrentamiento ideológico que surgió entre dos grupos de intelectuales, llamados respectivamente occidentalizantes y eslavófilos. Turguénev simpatizaba claramente con los occidentalizantes y, de hecho, pasó largos periodos de tiempo fuera de Rusia, en compañía de la célebre cantante de ópera Pauline Viardot, con la que vivió una apasionada historia de amor. 

Paulina García Sitges, conocida también como Michelle Pauline Viardot García, fue una cantante de ópera (mezzosoprano) y compositora francesa, de origen español. Hija del tenor y maestro de bel canto Manuel García, uno de los creadores del Barbero de Sevilla, y de la soprano Joaquina Briones, y hermana de la diva María Malibrán y del influyente barítono y maestro de canto Manuel Vicente García, inventor del laringoscopio. A los seis años hablaba español, francés, inglés e italiano.

Pauline comienza sus estudios de piano con Franz Liszt como profesor y practicando en ocasiones a cuatro manos con Clara Schumann.

Aunque Pauline nunca vivió en España, no dejó de cultivar la lengua materna de sus padres ni de cantarla y fue aclamada como símbolo artístico de lo español durante décadas. Pauline era una cantante de talento, compositora, pianista, buena dibujante y fascinante conversadora, políglota, trabajadora, polifacética, enérgica y vigorosa. Alfred de Musset, intentó conquistarla por todos los medios literarios y espirituales posibles, pero fracasó.

Pauline se casa con Louis Viardot, uno de los grandes hispanistas de la época, conocedor de los clásicos españoles y traductor de El Quijote, aunque no fue ella quien eligió a su propio marido, al cual, a pesar de todo amó y fue amada por él, sino su amiga, Aurore Dupin, más conocida por George Sand y verdadera coleccionista de amantes de ambos sexos, entre ellos Musset, y el más famoso de todos: Federico Chopin. Louis Viardot impulsaría la carrera musical de la soprano y, a su vez, representaba el marido ideal por su calidad de mundano y liberal para ciertos  antojos de orden sentimental, ya que él le levaba veinte años a su mujer. 

Turguéniev, abonado a la Ópera de San Petersburgo, descubre allí a su musa, Pauline Viardot, Era el 1º de noviembre de 1843. Pauline, de 25 años, interpreta la ópera bufa El Barbero de Sevilla. Nadie se explica qué le pudo atraer a Turguéniev de esta enigmática mujer.  Se dice que no solo no era ninguna belleza sino que era de una fealdad penetrante con la que, a su vez, resultaba tan atractiva y tenía tanto talento que enamoró devastadora e irresistiblemente a la flor y nata de la intelectualidad europea de su tiempo. El  autor de Diario de un cazador la siguió el resto de su vida, con algunos paréntesis de alejamiento y desesperación. Y gracias a este fortuito encuentro que daría sentido a la vida del autor de Primer amor, Turguéniev aprendería español y se convertiría en ávido lector de las letras españolas, incluso le debemos traducciones de algunos de los clásicos de la talla de Calderón o Cervantes.

En 1845, Turguéniev abandona San Petersburgo por París, y es visitante asiduo de las tertulias de Pauline Viardot en su casa de campo de Courtavenel-en-Brie donde también pululaban habitualmente invitados como Chopin, Rossini, Musset, George Sand, Delacroix, Saint-Saëns, —el cual diría de ella: “...su voz no es aterciopelada ni cristalina, sino más bien amarga como el naranjo agrio, ha sido creada para la tragedia, para la elegía, o la oratoria” —, Flaubert, Gounod, o Liszt, que fue profesor suyo de piano y con el que vivió una pasión amorosa imposible y no correspondida.



Turguéniev en 1855 acogerá en su casa al joven Tolstói de regreso de la guerra de Crimea (1854-1856) y le aconsejará: "La carrera militar no es la suya; escoja otro destino, su arma no es la espada, sino la pluma". Dos años más tarde Turguéniev se encuentra en París con Prosper Mérimée y visitará a Alejandro Dumas. 

Amigo de los hermanos Goncourt, admirado por George Sand y Zola, tolerante y moderado, siempre fue sensible al progreso social, favorable a las reformas y a la abolición de la servidumbre en Rusia.

Entre su producción se cuentan numerosas obras de teatro, relatos, novelas y apuntes no narrativos. Publicó gran cantidad de poemas y apuntes en prosa antes de la aparición de su primer libro, Relatos de un cazador (1852), una colección de relatos sobre la vida rural rusa. De las muchas obras teatrales que escribió en los inicios de su carrera, la mejor es probablemente Un mes en el campo (1855), un cortés aunque profundo estudio de la vida de la aristocracia, que continúa representándose en la actualidad. De sus relatos y novelas cortas destacan, Primer amor (1860) y Torrentes de primavera (1872), por sus bellas evocaciones líricas, aunque pesimistas, del amor. Entre sus novelas propiamente dichas se pueden citar La víspera (1860) y Humo (1867), sendos retratos de jóvenes apasionadas y de sus tempestuosas historias de amor. En la mejor de sus novelas, Padres e hijos (1862), Turguénev da nombre, define y analiza el nihilismo filosófico; Bazarov, el protagonista de la novela, es un joven revolucionario e idealista, estudiante universitario a pesar de su origen humilde, que lucha por la libertad universal, pero que está destinado a una vida trágica. El autor compartía hasta cierto punto las ideas de su personaje, aunque opinaba que los cambios han de producirse gradualmente, y no a través de una revolución.

Toda la extraordinaria obra novelística de Turguéniev está marcada por sus atormentadas relaciones con Pauline Viardot que duraron desde el día en que la conoció en San Petersburgo, para poco después dejar su residencia en Rusia hasta el mismísimo día de su muerte, prácticamente en sus brazos.

Pauline evitaba cualquier pregunta directa sobre su relación con Turguéniev. De los varios hijos que ella tuvo a ninguno quiso tanto como a la hija ilegítima del ruso a la que cariñosamente llamaba Paulinette.  Mucho menos conocida es la versión de que fruto de ese amor ilegítimo entre la Viardot y Turguéniev, nació un hijo: Paul.

En realidad, Pauline, Louis Viardot e Iván Turguéniev formaban un triángulo absolutamente público, viajaban y vivían juntos y se aceptaba tácitamente su condición adúltera. El escritor ruso adquirió su casa en Bougival para estar a sólo treinta metros de la bella Pauline. Los Viardot y Turguéniev llevaron adelante un ménage a trois, perfectamente tolerado por Louis Viardot.

Iván Turguéniev falleció el 3 de septiembre de 1883 en Bougival

Cuentan que Louis Viardot, moribundo, al saber que Turguéniev dejaba su casa, también enfermo de muerte, hizo que lo bajaran a la puerta para darle la mano y despedirse como amigos y enemigos íntimos que fueron. Después de asistirles en sus últimos momentos, ella les sobrevivió casi 30 años.

Tras la muerte de la soprano, encontraron en su mesa un manuscrito de Iván Turguéniev titulado: Turguénev. Una vida para el arte. Parece ser que trataba de cómo los sentimientos, pensamientos, sufrimientos y vagabundeos de estos dos amantes se fundían en el mundo del arte. La novela se perdió. Durante todo el siglo XX estuvieron intentando encontrarla en diferentes países de Europa y no sólo en Europa, pero hasta la fecha, sin éxito.


MAG/09.05.2015



sábado, 2 de mayo de 2015

Fëdor Tjuchev, poeta y diplomático



Fëdor Ivánovich Tjuchev, (Фёдор Ива́нович Тю́тчев) nació el 5 de diciembre de 1803 cerca de Briansk en el seno de una familia de terratenientes perteneciente a la antigua nobleza, que pasaba los inviernos en Moscú. En 1812 huyendo de las tropas napoleónicas se trasladaron temporalmente a Yaroslavl. 

Fëdor fue educado en su propio hogar, bajo la guía del poeta Semyon Raich, un estudiante concienzudo y con talento en literatura clásica e italiana. Se utilizaba el francés, aunque Fëdor oyendo hablar en ruso a los sirvientes, se convirtió de hecho en bilingüe. Tradujo a Horacio al ruso a la edad de 12 años y escribió su primer poema a los 16. De 1819 a 1822 estudió en la Universidad de Moscú, y al graduarse, a la edad de 19 años, entró en el Ministerio de Asuntos Exteriores en San Petersburgo. Por intervención de su tío el conde Ostermann-Tolstoi fue destinado a Munich, donde conoció a Friedrich Schelling y a Heinrich Heine, de quien tradujo al ruso muchos de sus poemas. Schelling se refería a Fëdor Tjuchev como un hombre muy culto con quien era una delicia conversar. Esta rara combinación de poeta y diplomático también se dio en Aleksandr Serguéievich Griboyedov.

En Munich, Fëdor Tjuchev se enamoró de la condesa bávara  Amalie Lerchenfeld, a quien le dedicó su poema ‘Lágrimas’, y por quien se batió en duelo con su colega el barón Aleksandr von Krüdener el 19 de enero de de 1825. Incluso después de sus respectivos matrimonios, Fëdor y Amalie siguieron viéndose hasta el 31 de marzo de 1873 cuando él la visitó en su lecho de muerte. Curiosamente las dos mujeres a quien más amó murieron entre sus brazos. "Mi corazón desea la tempestad", escribió; las muertes y las grandes convulsiones de la historia son sus fuentes de nueva y elevada inspiración.

En 1826 Fëdor se había casado con Eleonore Peterson (de soltera von Bothmer), una viuda de 26 años con tres hijos, con quien tuvo tres hijas más, una de las cuales Ekaterina era calificada por Leo Tolstoi como una mujer inteligente, enérgica y creativa. Su hermana Anna, la preferida de su padre, se casó Iván Aksakov, el primer biógrafo de Fëdor Tjuchev.

Tjuchev viajó por Alemania, Austria y Suiza. Visitó París donde apreció la vida de la sociedad y poco después, en 1830, hizo un viaje fugaz a Rusia. 

El alzamiento de los oficiales conocidos como ‘decembristas’ contra el zar Nicolás I produjo un gran impacto en Tjuchev que escribió su interesante poema titulado “14 de diciembre de 1825” en el que manifiesta su impaciencia creciente con el conservadurismo y nacionalismo rusos, al mismo tiempo que muestra su preocupación por los peligros de la revolución en los confines de Rusia. 

Abandonando la influencia del clasicismo del siglo XVII de sus primeras obras, a partir de 1830 sigue la tradición del romanticismo europeo (ante todo alemán). Crea versos filosóficos, llenos de meditaciones sobre el universo, el destino humano y la naturaleza. 

En la lírica de Fëdor Tjuchev se aprecia la influencia de su amigo Heinrich Heine, y sobre todo la de Goethe; un amplio panteísmo, una ilimitada adoración a la naturaleza y el desprecio por las vanidades del mundo, visto como elemento que "desentona" en la creación, son sus principales características. "El hombre es un sueño de la naturaleza", dice el poeta, y, en consecuencia, aconseja maldecir nuestro Yo, buscando la fusión con el alma universal. En todo ello es evidente una anticipación de las corrientes de la filosofía india que más tarde inundarían Europa. De su deseo de penetrar en el universo cósmico nace en el autor la aspiración al Caos creador, que es el espíritu de la naturaleza, y del que hay también alguna partícula en el fondo del alma humana, algo que recuerda al inconsciente freudiano. El poeta imagina la pasión como una tempestad imprevista de este inconsciente, como un despertar de este elemento inconsciente que tiende hacia su Caos nativo, la muerte. A menudo rompe el poeta las barreras entre el caos primero que dormita en el fondo del alma y el caos que reina en el Universo, enriqueciendo su poesía con singulares efectos de lo que hoy llamaríamos "impresionismo". Algunas de estas imágenes, como "De una corriente etérea me llena el cielo las venas", "Silenciosas olas del mar merecen mis sueños" o "Mi amor vibra en el aire", han entrado en la lengua hablada rusa. 

Al regreso de una misión diplomática a Grecia en 1833, Tjuchev decide hacer limpieza en su despacho quemando todo lo que había escrito (a excepción de 152 líneas de su traducción de Goethe), de manera que el total de su obra sólo se compone de unos cuatrocientos poemas breves, que el denominaba ‘bagatelas’, de los que los más notables corresponden al período entre 1848 y 1872, cuando se despojó de ciertos artificios arcaicos para pasar a escribir una poesía más directa, natural y de gran profundidad psicológica.

En 1836 Gagarin, uno de los amigos de Tjuchev, le pidió le enviase algunos de sus poemas, lo que finalmente hizo y, Gagarin entusiasmado tras leerlos, los pasó a Vassily Zhukovsky y después a Aleksandr Pushkin, quien inicialmente publicó 16 poemas de Fëdor Tjuchev en su periódico, “Sovremennik” (El Contemporáneo), bajo el título de “Poemas enviados desde Alemania” y firmados con las iniciales en “F.T.”. Más tarde siguieron apareciendo una treintena más de poesías líricas de Fëdor Tjuchev. A pesar de la elevada categoría de su protector, la crítica de la época no concedió atención alguna al autor, quien guardó silencio durante largos años. Cuando en 1854 publicó en un tomo la primera colección de versos, más que reaparecido se le consideró un poeta completamente nuevo, perteneciente al ambiente de la entonces viva escuela del arte por el arte.

En mayo de 1938 se declaró un incendio en el vapor ‘Nicolás I’ a bordo del cual viajaba, con sus tres hijas, Eleonore (“Nelly”) Tjucheva, quien de las secuelas del accidente falleció meses más tarde. 

Unos meses más tarde Tjuchev se casó con Ernestine von Dornberg, su amante en los seis últimos años con quien tenían un hijo en común. Ernestine tenía una personalidad más tranquila y mayor capital que Eleonore. El matrimonio se estableció en Munich, pero al poco tiempo Tjuchev fue destinado a la embajada rusa en Turín ante la corte sarda. Aunque Italia le inspirara alguna poesía, el autor no se encontraba en este país tan bien como en Baviera, y, para poder regresar a su patria adoptiva, abandonó arbitrariamente su puesto e inmediatamente fue dado de baja del servicio. Establecido en Munich, permaneció en tal ciudad hasta 1844, año en el cual decidió volver a Rusia. Allí buscó una colocación cómoda, que encontró como funcionario de la censura. Su excelente preparación filosófica, histórica y política le indujo a ocuparse de los acontecimientos europeos y a adoptar en 1848 una actitud francamente antirrevolucionaria, reaccionaria y pan-eslava. Sus artículos de aquellos años conservan incluso de una manera retrospectiva su importancia histórica. En 1849 escribió “Rusia y la revolución” donde expuso un sistema político-religioso en el que reservaba el primer papel a Rusia. En 1854, con la ayuda de Turguéniev, publicó un volumen de Poesías, en las que, como discípulo de Pushkin, evocó la naturaleza rusa.

A principio de la década de 1840 Fëdor Tjuchev escribe artículos políticos, analizando el problema de relaciones entre Rusia y la civilización de Occidente. 



En 1846 Fëdor Tjuchev conoció a Elena Aleksándrovna Denísieva, más 20 años más joven que él. Sus amores escandalizaron a la sociedad causándoles un gran sufrimiento y amargura. La madre de Elena era la directora del Instituto Smolny, donde estudiaban dos de las hijas de Tjuchev, quien no pudo renunciar a Elena y de su unión tuvieron tres hijos. Es en este período cuando Tjuchev compuso los más bellos poemas de amor escritos en lengua rusa. Cortos, altamente líricos y profundos. Es una serie de poesías apasionadas, donde el amor tiene un fuerte aspecto trágico. Más tarde, la obra de este período fue reunida en el llamado “ciclo de Denísieva”, una serie de poesías dedicadas a su amante. Sergei Rachmaninov compuso un bello romance inspirado en el conocido poema “Aguas primaverales” de Tjuchev, que en traducción del profesor Manuel Abella reza así:

Aún en los campos queda nieve,
Más se oye ya el rumor del agua:
Corre y despierta a las orillas
Dormidas … Corre, brilla y canta …

Cantan las aguas por doquier:
“¡La primavera llega ya!
Nosotros somos sus heraldos,
Que la venimos a anunciar”.

La primavera llega ya!
Y alborozados, en tropel.
Los días de mayo, rubicundos,
Viene pisándole los pies.

Ningún otro poeta o pensador ruso conoció y comprendió el romanticismo tan intensamente como Fëdor Tjuchev, gracias a su amor por la poesía y la violenta pasión por Elena Denisieva.

La nueva edición de las Poesías, de 1868, permitió comprender que el poeta no se había agotado en el curso del prolongado silencio, entre 1838 y 1847, y que en su poesía se habían introducido, al margen de las concepciones del romanticismo alemán, notas de una humanidad más sencilla y auténtica, posiblemente, en parte, a consecuencia de los sufrimientos que le ocasionara su amor a Denisieva. El poeta le sobrevivió, y, según el testimonio de los contemporáneos, superó su desesperación, sobre todo, mediante el retorno a la actividad y a la poesía políticas, y reanudando aparentemente la vida social para ocultar su vacío interno.

A partir de 1860 Fëdor Tjuchev se dedica casi exclusivamente a la política. Por el carácter de su obra ha sido generalmente considerado, junto a Alexander Pushkin, como el exponente de una poesía rusa verdaderamente clásica, mientras que otros críticos han visto en él al iniciador del simbolismo. Sus poesías, publicadas por primera vez en edición completa en 1868, son la mayoría de tema filosófico, con unas cincuenta de inspiración política. En estas últimas el autor se dirige a los pueblos eslavos, incitándolos a unirse a su madre, la Gran Rusia, o bien canta los más grandes acontecimientos históricos de su época, tales como las conmociones del 1848 o la guerra franco-prusiana de 1870.

Elena fallece en 1864 de tuberculosis y Fëdor Tjuchev pierde también a cuatro de sus hijos y un hermano en los años siguientes. No puede soportar este cúmulo de desgracias y sufre una serie de infartos que lo dejan parcialmente paralizado hasta que el 27 de julio de 1873 fallece en Tsarskoye Selo a la edad de 70 años.

Fëdor Tjuchev se puede clasificar como una romántico tardío, pero, al igual que otras artistas de insuperable genio, su figura fue realmente única. Muchos de sus poemas luchan con la naturaleza. Algunos de ellos ofrecen imágenes luminosas de una tormenta a principios de mayo o de días cálidos a principios del otoño. Otros expresan las creencias panteístas del romanticismo. El filósofo Vladimir Soloviev consideraba el tratamiento caótico que él representaba como fundamento oscuro de toda la existencia, ya sea de la naturaleza o los seres humanos, siendo el motivo central de la creatividad del poeta, más poderosamente expresado que por nadie más en toda la historia de la literatura. Su poema Silentium se considera la cima de su obra. Es una desesperada invocación del silencio, una lamentación sobre la imposibilidad de comprensión mutua entre dos seres humanos. Una línea de esta poesía, “El pensamiento pronunciado miente”, es, con “Con la razón no se entiende Rusia” y “No se puede adivinar el eco de nuestras palabras”, uno de los aforismos más célebres de Fëdor Tjuchev.

Políticamente, Fëdor Tjuchev era eslavófilo conservador. Su poder de expresión y convicción era tan grande que en ocasiones estos elementos se convirtieron en partes indelebles de la conciencia y la cultura rusa. A él se debe el famoso pensamiento en torno a la imposibilidad de acceder al espíritu ruso a través de la razón.



MAG/02.05.2015