sábado, 27 de diciembre de 2014

El Reino del Preste Juan




El Reino del Preste Juan era un reino mítico presente en el imaginario de la Edad Media. El origen de la leyenda del Preste Juan deriva de una carta que se decía el emperador bizantino Conmeno había recibido en 1165. El remitente de ésta era Juan, soberano cristiano y señor de los señores. La carta describía el riquísimo reino de este rey cristiano, situado en el centro de Asia. El rey contaba que vivía en un inmenso palacio hecho de gemas y de oro y decía ser el soberano de un extenso territorio que se extendía desde Persia hasta China. Durante muchos años este mito fue asociado con el sueño de muchos de alcanzar un reino riquísimo donde todos los placeres materiales eran posibles y se vivía en la opulencia.

Imbuidos por las fabulosas historias que venían de Oriente, los occidentales creyeron firmemente en la existencia de este reino, una nación cristiana aislada entre paganos e infieles en el más Lejano Oriente. Su gobernante, un presbítero (o preste) llamado Juan que había sido coronado rey al mismo tiempo. Este Preste Juan era objeto de la fantasía medieval, y se decía de él que era un monarca generoso y benévolo que reinaba sobre un país rico y lleno de las más grandes maravillas del orbe, como un espejo fantástico desde donde podía ver todas sus provincias. Los más maravillosos objetos estaban en aquel lugar que resistía como un baluarte de la Cristiandad rodeado de los más acérrimos enemigos. En él, además, se decía que residía el legendario Patriarcado de Santo Tomás, el incrédulo apóstol del Salvador que según la tradición habría ido a predicar a tierras de la India.

Este Preste Juan es objeto de las más atrevidas controversias sobre su origen. Algunos autores aseguraban que era descendiente de los Reyes Magos. Otros se atrevían a aventurar que era el mismísimo apóstol Juan que, inmortal, seguía residiendo en la Tierra como rey y señor de los cristianos del Oriente.

El Reino del Preste Juan fue buscado a lo largo de la Edad Media. Según la leyenda, sir Perceval, caballero del Rey Arturo, había llevado el Santo Grial al Reino del Preste Juan, donde se encontraba junto a otras de las sagradas reliquias del Cristianismo.

En la era de las Cruzadas, la búsqueda del Reino del Preste Juan adquirió un carácter político. Jerusalén había sido tomada en 1099 por las fuerzas cristianas, y Tierra Santa se encontraba en manos de la Cristiandad. El débil reino de Jerusalén se encontraba rodeado por el Islam, por lo que su existencia era complicada. También requería ayuda el emperador de Constantinopla, pues su Imperio también se encontraba asediado por el Islam. En esta situación, los poderes cristianos occidentales buscaron una alianza estratégica con el Reino del Preste Juan, conscientes de que los intereses de la lejana nación cristiana les harían amigos de ésta.

Por esa razón el Papa Alejandro III (1159 – 1181) envió una carta, en el año 1177, dirigida al ‘Apreciado hijo de Dios Juan, rey ilustre y magnífico en la India’ (Carissimo in Christo filio Iohanni, illustro et magnifico indorum regi). Esa era la creencia y esperanza de las gentes de la quinta cruzada (1217 - 1221). Por esa misma razón, San Luis envió en 1247 al franciscano Longjumeau en un viaje hacia 0riente al pueblo de los ‘tártaros’ (en realidad mongoles) para tratar de descubrir alguna huella de ese Preste Juan. 

Marco Polo había descrito como cristiano a un gran emperador mongol kan Yeliutashi que reinó en Kara-Kitái desde 1126 hasta 1144 de la era cristiana. Deduciendo que los habitantes de Kara-Kitái eran los keraitos, cristianos seguidores de la antigua herejía de Néstor, condenada en el concilio de Efeso, y que defendía que las dos naturalezas de Jesús, la humana y la divina, estaban rígidamente separadas, identificó al kan Yeliutashi como un kan cristiano. 

La leyenda del Preste Juan contaba con bases reales, incluso más de las que se podrían haber esperado sus originales impulsores en Occidente, pues ciertamente había cristianos (nestorianos) en Asia.

En 1141 el sultán selyúcida Sanjar fue derrotado por los keraitos, tribu mongola que contaba entre sus filas a muchos cristianos nestorianos. Los keraitos fueron los principales aliados de Gengis Kan hasta que éste se enfrentó a ellos y los derrotó a principios del siglo XIII. Sin embargo, no los exterminó sino que prefirió mezclarse con ellos, de tal manera que las mujeres keraitas, que eran todas cristianas nestorianas, se casaron con los descendientes de Gengis Kan. Esta influencia del cristianismo nestoriano y la situación geográfica hicieron del Islam el principal enemigo de los mongoles, quienes de hecho llegaron a ser potenciales aliados de los cristianos.

De ahí que la esperanza cristiana era contactar con ese poder oriental, llamado Preste Juan, (descendiente de Gengis Kan), más o menos cristiano, para combatir al Islam. Parte de esas esperanzas parecieron cumplirse cuando en 1218 el principal sultanato islámico en Asia, Karhezm, quedó destruido bajo las hordas de Gengis Kan. A esto, se añadirían los ataques mongoles sobre territorio islámico desde 1224 en adelante. 

Sin embargo, para aquel entonces, los cristianos ya habían empezado a temer al poderío mongol, pues el reino cristiano de Georgia había sucumbido a manos de los mongoles, y desde 1237 hasta 1241 la cristiandad occidental había sufrido también devastadores ataques mongoles en Rusia, Polonia y Hungría.

Es pues en 1242 cuando los mongoles, que hasta entonces se había considerado como las tropas de Preste Juan, pasaron a ser considerados como una amenaza inminente para la Cristiandad.

Sin embargo, los poderes occidentales aún pensaban que debía existir un Preste Juan, o un descendiente suyo con el que tratar. Se enviaron emisarios tanto en su búsqueda como en la recopilación de más información sobre los mongoles.

1249 pudo haber sido el fin de Preste Juan, pero la leyenda aún pervivió. Así, los portugueses de principios de s. XV continuaron buscándole, esta vez ya no en India sino en su camino hacia la India, es decir, en Etiopía.

Cabe recordar que, entre las razones que se encuentran en el diario de Cristobal Colón para justificar su expedición hacia el Oeste (América) figuraba en primer plano la búsqueda de ese posible aliado en Oriente. O sea, ese Preste Juan, que ayudaría al rey Fernando el Católico en su soñada cruzada final para liberar Tierra Santa. 


MAG/27.12.2014

sábado, 20 de diciembre de 2014

Felices Fiestas




Estimados lectores del 'blog':

Aunque los que asistimos a la última clase del jueves tuvimos la oportunidad de felicitarnos en presencia de 'un rey mago', con mi 'Xmas' familiar digital reitero mis deseos de paz y felicidad en estos días, desde la Navidad occidental hasta la oriental, y de un buen año no sólo académico sino lleno de salud y otras cosas buenas.

Manuel Avendaño

domingo, 14 de diciembre de 2014

Néstor el Cronista



Néstor el Cronista nació en Kíev en 1056. A los 17 años ingresó en la "Laura de las Grutas”, núcleo inicial del monasterio, primero fundado en la Rus de Kíev, por San Teodosio, al que acudieron varios ermitaños que vivían en abrigos naturales de las riberas del Dnieper. La nueva institución iba a convertirse pronto en el centro intelectual de Kiev. La Laura (o gran monasterio ortodoxo) es un conjunto arquitectónico excepcional cuya edificación duró nueve siglos.

El monje Néstor escribió la vida de San Teodosio, así como las "Vidas de Borís y Gleb”. Sin embargo, su fama proviene de la Primera Crónica de los Eslavos del Este (Повѣсть времѧньныхъ лѣтъ), conocidas como Crónicas de Néstor.

Su relato comienza con el diluvio universal, a la sazón inicio habitual de los cronistas cristianos, y en él se aprecia un buen conocimiento de otros historiadores bizantinos como Juan Malalas y Jorge Hamartolus el Monje. Según Néstor toda la historia universal es la antesala de la aparición de la gracia divina y el pueblo eslavo es el portador de esta misión. Según su relato, San Andrés recorrió la región situada al norte del Mar Negro, llegando hasta el río Dniéper.

Las Crónicas de Néstor, escritas en Kíev allá por el año 1113, constituyen el único testimonio escrito de la más temprana historia del pueblo eslavo de Oriente desde el año 850 hasta el 1110. Son también la primera muestra de la antigua literatura eslava oriental. Incluyen muchas leyendas así como fragmentos de antiguos poemas épicos o bylinas.

En su primera parte la Crónica narra las anécdotas de la llegada de los hermanos varegos; la fundación de Kíev; la muerte en 822 de Askold y Dir por Oleg; la muerte de éste en 912 por la picadura de una serpiente escondida en la calavera de su caballo; la venganza de Olga, esposa de Igor, contra los drevlianos que habían asesinado a su marido; la labor de los santos Cirilo y Metodio entre los pueblos eslavos; y la conversión al cristianismo de la Rus de Kíev por mandato de Vladimiro el Grande.

Si bien como testigo presencial sólo pudo escribir acerca de los reinados de Vsélovod I y Svyatopolk II (1078-1112), se apoyó en los testimonios de Giurata Rógovich de Nóvgorody y el noble Yan Vyshátich para escribir de otras épocas y regiones. Muchos de los detalles etnológicos mencionados por Néstor son de gran importancia para los estudios actuales.

La opinión moderna es que la crónica de Néstor es una mezcla de distintos autores, y que se le atribuye ya sea porque escribió la mayor parte o porque compiló los fragmentos.

Néstor falleció en 1114 siendo enterrado en las grutas próximas al monasterio. La iglesia ortodoxa lo declaró santo. Ucrania rinde homenaje anualmente a Néstor el Cronista adornando con flores sus monumentos en el Día de la Lengua y la Escritura.



MAG/15.12.2014

lunes, 8 de diciembre de 2014

Ígor Svyatoslavich y su derrota



Ígor Svyatoslavich (Игорь Святославич), llamado el Valiente, nació en Novhorod-Siverskyi el 3 de abril de 1151, como príncipe de la Rus de Kíev de la dinastía de Rurik. Fue príncipe de Putivl, de Novgorod-Seversk y de Chernigov.

Era el primogénito de Svyatoslav Olegovich, y de su segunda esposa Catherine. Fue bautizado con el nombre de Yury en homenaje al príncipe Yury Vladimirovich de Suzdal, pero en palacio se le dio el mismo nombre, Ígor, de su hermanastro fallecido.

A la muerte de su padre, su hermanastro Oleg Svyatoslavich tomó el control de Novgorod- Severskiy e Ígor se quedó con el principado de Putivl.

Ígor se casó a los 18 años con Yaroslavna, hija del príncipe Yaroslav Volodimerovich Osmomysl de Halich.

En junio de 1171 los polovcanos o cumanos, dirigidos por los Khanes Kobyak y Konchak, atacaron las ciudades a la orilla del río Ros, e Ígor reaccionó lanzando sus tropas o druzhina contra los invasores, que fueron derrotados sufriendo grandes pérdidas en batalla. Para festejar la victoria Ígor y sus huestes se encaminaron a Vyshgorod para visitar la cripta de los santos hermanos Boris y Gleb.

Las crónicas narran los éxitos de la envidiable carrera militar de Ígor Svyatoslavich contra los nómadas polovcanos y una sola derrota en el río Kayala, con la que paradójicamente quedó inmortalizado en el ‘Cantar de la hueste de Ígor’.

Ocurrió en 1185. Fue el 23 de abril cuando Ígor Svyatoslavich inicia una nueva campaña contra los polovcanos. Una semana más tarde tuvo lugar un eclipse solar que fue considerado como un mal presagio. 

A orillas del río Oskol Ígor Svyatoslavich se detiene y espera la llegada de su hermano Vsévolod lo que ocurrió el 5 de mayo. Las tropas de ambos se ponen en camino hacia los campamentos polovcanos creyendo que éstos no habían advertido su avance. Sin embargo los exploradores de la Rus comunican a sus jefes que los polovcanos han descubierto ya las tropas de los hermanos Svyatoslavich, quienes se cuestionan si es mejor retirarse o atacar cuanto antes. Ante el riesgo de ser mofados en un regreso precipitado y tachados de cobardes por sus propias gentes, deciden avanzar durante la noche confiando en que a los polovcanos no les habría dado tiempo para recibir refuerzos.

Al mediodía del 10 de mayo se producen las primeras escaramuzas a favor de las tropas de la Rus. Envalentonadas éstas, dividen sus fuerzas, yendo un grupo tras los polovcanos que huyen y el resto descuidando el avance mientras aminoran la marcha. Regresa el grupo perseguidor y la totalidad de las tropas de la Rus. Tras el castigo infligido a los polovcanos, Ígor Svyatoslavich propone una retirada durante la noche, a la vista del contingente de tropas nómadas enemigas. Sin embargo Svyatoslav Olgovich, que comandaba la caballería, se opone por el cansancio de sus corceles tras las escaramuzas a lo largo de la jornada. Finalmente deciden descansar durante la noche. 



Al amanecer del 11 de mayo los de la Rus descubren que están rodeados por los polovcanos. Comienza la batalla final que ganan éstos, apresando a los príncipes Ígor Svyatoslavich, que resultó herido, y Vsévolod Svyatoslavich. Sólo pudieron escapar 15 soldados de la Rus, que llevaron la noticia de la derrota al gran príncipe Svyatoslav Vsevolodovich. 

Los polovcanos reunieron a todas sus tropas con el objetivo de atacar las ciudades de la Rus. El Khan Koza sitió Putivl pero no logró traspasar sus murallas, aunque sí causó grandes daños por pillaje y fuego en los campos y poblados extramuros. Entretanto el príncipe Ígor Svyatoslavich permanecía bajo vigilancia de veinte polovcanos en el campamento del Khan Konchak, permitiéndosele practicar la caza con halcones. Cuenta la crónica que uno de los soldados que le vigilaban le ofreció ayuda para su huída, lo que consiguió deslizándose de su tienda al atardecer mientras el resto de los guardianes se entretenían jugando.

Tras llegar a Novgorod Severskiy, Ígor visitó a su primo Yaroslav II Vsevolodovich en solicitud de ayuda militar y apoyo para conseguir los rescates de los príncipes cautivos por los polovcanos. En 1188 Vladimir Yaroslavich fue liberado y regresó con la hija de su captor el Khan Konchak. 

En 1196 muere Vsévolod Svyatoslavich e Ígor sube al trono de Kíev, que ocupará hasta su muerte en 1202.

Existen evidencias arqueológicas que a su regreso Ígor Svyatoslavich mandó construir en Novgorod Severskiy nuevas fortificaciones y la catedral de San Salvador en el Monasterio de la Transfiguración, y en Putivl la iglesia de piedra.



MAG/09.12.2014

viernes, 28 de noviembre de 2014

San Cirilo y San Metodio, santos patronos de Europa





Metodio (Методий) parece que nació el 815 y su hermano Cirilo (Кирил) unos doce años después en Tesalónica, ciudad cosmopolita situada en el corredor de entrada a la península Balcánica y a la región del Danubio. Pertenecientes a una familia senatorial, Metodio y Cirilo reciben una esmerada educación. 

Eslavos y búlgaros intentaron apoderarse de Tesalónica, pero en su fracaso llegaron a establecerse pacíficamente en los suburbios de la ciudad. Entre estas gentes sencillas aprendieron los dos hermanos el difícil e inculto idioma eslavo.

Metodio alcanza la dignidad de gobernador de una provincia de la Macedonia interior, en las fronteras de la actual Albania, donde ya se establecían los eslavos. Allí conoció el espíritu y las necesidades de este pueblo.

Cuando Cirilo tenía sólo catorce años fue acogido bajo la protección del primer ministro de la emperatriz Teodora, quien le llamó a Constantinopla para completar allí su formación en la universidad Imperial, que funcionaba en la misma corte, no lejos de Santa Sofía. Sus maestros fueron León, por sobrenombre el Filósofo o el Matemático, y Focio, quien años más tarde alumbraría el cisma oriental. Constantinopla estaba en el siglo IX en el apogeo de su esplendor: era la capital del mundo civilizado y centro importantísimo de cultura cristiana. Los monjes eran quienes salvaguardaban la ortodoxia y defendían a la Iglesia de las injerencias civiles. El pueblo era profundamente piadoso y veneraba devotamente las sagradas imágenes, tras la derrota de la herejía iconoclasta el 19 de febrero de 842.

El año 847 Cirilo recibió la ordenación sacerdotal y fue nombrado secretario del Consejo Eclesiástico. Ante las injusticias de que a diario era testigo en el desempeño de su cargo, Cirilo desapareció misteriosamente. Obligado a regresar a Constantinopla en el momento en que su maestro Focio era elevado a la dignidad de patriarca, fue nombrado su sustituto en la cátedra de filosofía.

Durante el reinado de Teodora venían del Norte y del Oriente legaciones de pueblos extranjeros a Constantinopla, buscando en Bizancio protección. Los emperadores enviaban embajadores mitad religiosos mitad políticos, para poner trabas a las empresas mahometanas y germanas. Cirilo fue escogido el año 851 para acompañar, en calidad de intérprete y consejero, una delegación imperial a la corte del califa de Bagdad.

Metodio tras los desengaños experimentados en su gobierno, abandonó la carrera administrativa y abrazó la vida monástica, entrando el año 853 en un monasterio en Olimpo. Cirilo siguió a su hermano Metodio dos años más tarde y se retiran ambos a un monasterio en Bitinia, desde donde fueron enviados a evangelizar a los jázaros de Crimea, aprendiendo su idioma.

En 863, a petición del Príncipe Ratislao de Constantinopla, y con la aprobación de Roma, Cirilo y Metodio son trasladados a Moravia. El éxito de los dos hermanos entre los moravos fue enorme,  pues predicaban en lengua eslava y no en latín como hacían los misioneros germanos, que veían en ellos a dos vagabundos filósofos, perturbadores de la paz religiosa en los feudos de Germania.

A Cirilo y Metodio no les fue fácil introducir una liturgia en lengua nativa, ya que no existía alfabeto eslavo. Cirilo, que en un principio se había esforzado por transcribir algunas palabras eslavas con la ayuda del alfabeto griego, logra adaptar los caracteres cursivos griegos a la lengua eslava, supliendo con media docena de signos originales los sonidos eslavos inexistentes en la fonética griega. Surge así el alfabeto llamado "glagolita" (de glagol = palabra), con el que tradujeron progresivamente los libros indispensables para el culto y el conocimiento de la Sagrada Escritura. El alfabeto "glagolita" no debe confundirse con el "cirílico", basado en la aplicación a la fonética eslava de los signos unciales griegos. Aunque este último lleva el nombre de "cirílico" por San Cirilo, su autor parece que fue Clemente de Ócriva, uno de sus discípulos. Cirilo es únicamente autor del "glagolita".

Convocados Cirilo y Metodio a Roma por el Papa Nicolás I, a su llegada a Roma se lo encuentran muerto y son recibidos por su sucesor, Adriano II, quien aprueba sus trabajos entre los moravos, sanciona la liturgia en eslavo y los consagra obispos, un cargo que Cirilo ejercerá por poco tiempo pues el 4 de febrero del 869 fallece. Los funerales fueron presididos por el mismo Papa, quien mandó que su cuerpo recibiera sepultura en la basílica de San Clemente, junto a las reliquias que él mismo había encontrado en el Quersoneso (península de Crimea) junto con el áncora que había servido para martirizarle y que después había trasladado a Roma.

Adriano II funda la Archidiócesis de Moravia y Panonia, con sede en Sirmium, independizándola de la Iglesia alemana, cuyo primer obispo será precisamente Metodio, el cual habrá de sufrir todavía la incomprensión. Apenas un año después, los obispos alemanes lo convocan a un sínodo en Ratisbona donde lo deponen y lo encierran en prisión. Liberado por orden del Papa Juan VIII se reintegrará a su diócesis, desde donde trabaja en la evangelización de bohemios y polacos.

Convocado de nuevo a Roma por las acusaciones del alemán Wiching, Juan VIII ratifica la liturgia en eslavo, aunque decretando que el Evangelio se lea en latín en las iglesias antes de hacerlo en eslavo.

De vuelta en Constantinopla, Metodio completa la traducción de las Escrituras, todo el Antiguo Testamento a excepción de los Libros de los Macabeos, así como el código de derecho canónico griego. El 6 abril de 884 muere entre sus fieles. Se le hicieron solemness funerales con oficios en latín, griego y eslavo: "Reunido el pueblo en masa con cirios y lágrimas, acompañó a su buen pastor. Allí estaban todos, hombres, mujeres, niños y grandes, ricos y pobres, libres y esclavos, viudas y huérfanos, extranjeros e indígenas, enfermos y sanos, porque Metodio se había hecho todo para todos, para salvarlos a todos”.

El cuerpo de Metodio fue llevado posteriormente a Roma y colocado al lado de la sepultura de San Clemente, junto al de su hermano Cirilo. Ambos hermanos suelen ser pintados por los iconógrafos bizantinos leyendo y bautizando en Moravia, con un hombre arrodillado a sus pies, que les ofrece pan y sal, según el rito de los eslavos, en signo de amistad.

Canonizados en 1880 por el Papa León XIII y conocidos como “los apóstoles de los eslavos”, se estuvo celebrando la fiesta de ambos el 9 marzo, hasta que Pio IX la traslada al 5 julio en la que aún hoy se celebra en Chequia y en Eslovaquia, donde por cierto es fiesta nacional. Pablo VI traslada la fiesta al 14 de febrero, fecha en la que la Iglesia Ortodoxa conmemora a San Cirilo, mientras celebra a los dos hermanos el 11 de mayo. León XIII dedica a los hermanos su encíclica “Grande Munus” de 30 septiembre de 1880.



Cirilo y Metodio son elevados a santos patronos de Europa, -una categoría que comparten con San Benito de Nursia, nombrado por Pablo VI en 1964- por Juan Pablo II, que lo hace mediante la “Carta Apostólica Egregiae Virtutis” de 31 de diciembre de 1980 con estas palabras:

            “Con nuestro pleno conocimiento y madura deliberación, con la plenitud de la potestad apostólica, en virtud de esta Carta y para siempre, constituyo y declaro celestes Co-patronos de toda Europa junto a Dios a los Santos Cirilo y Metodio. Evangelizando las regiones centro-orientales del Continente, contribuyeron de forma determinante a que la Europa cristiana pudiera respirar con los dos pulmones: el de occidente y el de oriente. En efecto, así como es imposible pensar en la civilización europea sin la obra y la herencia benedictina, tampoco se puede prescindir de la acción evangelizadora y social de los dos santos hermanos de Salónica. Ejemplar fue, a propósito, el método de evangelización de los santos Cirilo y Metodio, quienes movidos por el ideal de unir en Cristo a los nuevos creyentes, adaptaron a la lengua eslava los textos litúrgicos y a las costumbres de los nuevos pueblos el derecho greco-romano.” 



MAG/28.11.2014

domingo, 23 de noviembre de 2014

Osio de Córdoba, redactor del Credo en el Concilio de Nicea


En nuestra clase del pasado jueves, el profesor Abella nos explicó que una de los motivos de separación entre las iglesias de Occidente y Oriente fue la distinta interpretación que en el Credo de la Fe unos y otros teólogos dieron a la palabra Filioque, que introdujeron los visigodos, en la siguiente frase: Et in Spíritum Sanctum, Dominum et vivificantem, qui ex Patre, Filioque procedit, referida a la procedencia del Espíritu Santo: sólo de Dios Padre, según los orientales y del Padre e Hijo, según los occidentales. 

Para algunos historiadores, esa palabra existía en el texto inicial. Para salir de dudas, habría que preguntárselo al propio redactor que fue un obispo hispano-romano, el cordobés Osio, cuya historia la publiqué el año pasado en el 'blog' sobre cultura occidental y que a continuación por su singularidad repito.

Siempre me asombró que el Credo de Nicea, posiblemente la oración más rezada durante más de 16 siglos por cristianos siríacos, coptos, ortodoxos, luteranos, anglicanos, ..., y católicos hubiera sido redactado por el obispo hispano-romano Osio. 

Osio nació en el año 257 en Córdoba, donde fue nombrado su obispo en el 296. Fue torturado durante las persecuciones de Diocleciano y Maximiano. Por contra, Constantino I lo nombró consejero para asuntos eclesiásticos, acompañando al emperador a Milán en el año 313, siendo posiblemente el artífice de su Edicto de Milán, por el que se permitió a los cristianos practicar su culto en todo el Imperio Romano. A partir de este momento, el emperador centra su esperanza en que la Iglesia pueda convertirse en una fuente de unidad para su atribulado imperio. El emperador no estaba interesado tanto en los detalles de la doctrina como en finalizar las disputas por desacuerdos religiosos entre los cristianos. Y así lo dejó escrito: "Mi designio era, entonces, primeramente traer los diversos juicios encontrados por todas las naciones con relación a la Deidad a una condición, por así decirlo, de uniformidad acordada; y, en segundo lugar, restaurar un tono saludable al sistema del mundo . . .".

A fin de zanjar la polémica trinitaria, entre las posturas de Arrio frente a Atanasio, y restablecer la unidad doctrinal de la Iglesia, que era ya un asunto de Estado, en el año 325 el emperador convocó el concilio ecuménico en Nicea (actualmente Iznik en Turquía) cerca de su residencia de Nicomedia. Este fue el primer concilio general de la historia de la Iglesia cristiana, a excepción del llamado concilio de Jerusalén del siglo I, que había reunido a Pablo de Tarso y sus colaboradores más allegados con los apóstoles de Jerusalén encabezados por Santiago el Justo, hermano de Jesús, y Pedro.

Al Concilio de Nicea asistieron unos 300 obispos, de los que sólo cuatro pertenecían a la iglesia de Occidente, entre ellos Osio. El obispo de Roma, el papa Silvestre, ya muy anciano se hizo representar por dos sacerdotes, Víctor y Vincentius.

El Concilio se desarrolló del 20 de mayo al 25 de julio del año 325. En él participaron algunos obispos, como Osio, que tenían en sus cuerpos las señales de los castigos que habían sufrido por mantenerse fieles en las persecuciones pasadas todavía muy recientes. El emperador Constantino, que por esas fechas aún no se había bautizado, facilitó la participación de los obispos, poniendo a su disposición los servicios de postas imperiales para que hicieran el viaje, y ofreciéndoles hospitalidad en Nicea.

La apertura del Concilio se realizó por el Emperador con gran solemnidad. Después de ser saludado en una breve alocución, Constantino pronunció un discurso en latín, expresando su deseo de que se restableciera la paz religiosa. El emperador abrió la sesión en calidad de presidente honorífico y, además, asistió a las sesiones posteriores, pero dejó la dirección de las discusiones teológicas en manos de su consejero el obispo Osio de Córdoba, quien presidió el Concilio, asistido por los dos representantes del Papa. 

En aquella época, el emperador estaba bajo la influencia de Osio, a quien, junto con San Atanasio, hay que atribuir una influencia preponderante en la formulación del símbolo del Concilio de Nicea, el Credo de la Fe. El documento, redactado en su versión definitiva por Osio, “Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de todas las cosas...” fue firmado por él y a continuación circulado para la firma de los obispos por los funcionarios imperiales. Todos los obispos, salvo cinco, se declararon prestos a suscribir dicha fórmula, convencidos de que contenía la antigua fe de la Iglesia Apostólica. Los oponentes quedaron pronto reducidos a dos, Teón de Marmárica y Segundo de Tolomeo, que fueron exiliados y anatematizados. Arrio y sus escritos fueron también marcados con el anatema, sus libros fueron arrojados al fuego y él fue exiliado a Iliria. Una vez acabadas las sesiones del Concilio, Constantino celebró el vigésimo aniversario de su ascensión al Imperio e invitó a los obispos a un espléndido banquete, al final del cual cada uno recibió ricos presentes. Varios días después el emperador solicitó que tuviera lugar una sesión final, a la cual asistió para exhortar a los obispos a que trabajaran para el mantenimiento de la paz; se encomendó a sus oraciones y autorizó a los padres de la Iglesia a que regresaran a sus diócesis y así lo hizo Osio.

Muerto Constantino (337), en el año 355 el Emperador Constancio II, convertido al arrianismo y temeroso de la influencia de Osio, intentó acabar con su firmeza, respondiendo éste a las amenazas del Emperador con una carta en la que le comunicaba su disposición a padecer tormento antes que ser traidor a la verdad. Esta contestación irritó a Constancio II, quien le hizo comparecer ante un concilio arriano, donde fue azotado y atormentado. Los hechos relacionados con los últimos días de su vida están lejos de ser claros. Firmó, bajo presión, la declaración conocida como la segunda fórmula sirmiense (la primera era la profesión de fe de 351) que fue publicada como la fórmula de Osio. Rehusó, sin embargo, abandonar a Atanasio que habla de él como lapso “por un momento”. Tras haber servido al propósito por el que los arrianos le habían traído a Sirmium probablemente volvió a España donde murió a los 101 años de edad.

La Iglesia ortodoxa griega lo venera como santo el día 27 de agosto.

Osio es el primer biografiado del Liber de viris illustribus de san Isidoro de Sevilla.

MAG/23.11.2014

domingo, 16 de noviembre de 2014

Yaroslav I el Sabio



Yaroslav I el Sabio (Ярослав Мудрый), nació en Kíev en 978 y falleció en la misma ciudad en el año 1054. Tres veces Gran Príncipe de Kíev y de Nóvgorod,  uniendo temporalmente ambos principados. Durante su largo reinado, la Rus de Kíev alcanzó el apogeo de su florecimiento cultural y poder militar.

En su juventud, Yaroslav fue enviado por su padre para gobernar las tierras del norte de Rostov pero, como heredero mayor del trono, en 1010 fue transferido a Nóvgorod. Allí vivía una tribu de paganos que adoraba a un oso, hasta que el príncipe Yaroslav mató al oso sagrado, sometió a los paganos y levantó la ciudad de Yaroslavl, primer puerto del Volga y una de las ciudades más antiguas de Rusia.

La relación de Yaroslav con su padre era aparentemente tensa, por lo que Vladímir legó el trono de Kíev a su hijo menor, Borís. En 1014, Yaroslav se negó a pagar tributo a Kíev y sólo la muerte de Vladímir evitó la guerra, aunque desencadenó la lucha por el poder.

Durante los próximos cuatro años Yaroslav guerreó para conseguir Kíev contra su medio hermano Sviatopolk, que tenía el apoyo de su suegro, el duque Boleslao I de Polonia. En el curso de esta lucha varios de sus hermanos (Borís, Gleb y Sviatoslav) fueron brutalmente asesinados, según cuentan algunos historiadores por orden de su hermanastro Sviatopolk llamado el Maldito.  Otros achacan la autoría intelectual a Yaroslav, quien también encarceló de por vida a su hermano menor, Sudislav.

Borís y Gleb, que aceptaron resignadamente la muerte, fueron proclamados mártires y canonizados como los primeros santos de la iglesia ortodoxa. Sus imágenes son frecuentes en las iglesias del Patriarcado de Moscú, junto con la de Elías, que según el relato bíblico subió al cielo en un carro de fuego, lo que en la dvoyeverie (doble fe) se identifica con Perún, dios eslavo del fuego.

En 1016 Yaroslav derrotó a Sviatopolk y éste huyó a Polonia, para regresar con tropas suministradas por su suegro. Sviatopolk tomó Kíev y exilió a Yaroslav a Nóvgorod.

En 1019, Yaroslav con sus tropas de Nóvgorod expulsaron a Sviatopolk hasta el río Alta, recuperando así el trono de Kiev. Una de sus primeras acciones como Gran Príncipe fue colmar de privilegios a los novgorodenses leales, lo que sentó las bases para la fundación de la República de Nóvgorod. 

Otro de sus hermanos, Mstislav de Tmutarakañ, cuyo reino bordeaba el norte del Cáucaso y el mar Negro, atacó Kíev y venció a Yaroslav en 1024. Yaroslav y Mstislav dividieron el Principado de Kiev: mientras que Yaroslav permaneció con la ribera oriental del Dniéper, la ribera occidental fue cedida a Mstislav, hasta su muerte en 1036, año en el que Yaroslav reunió nuevamente todo el territorio del Estado de Kíev bajo su mando.

En política exterior, Yaroslav contó con la alianza de Escandinavia e intentó debilitar la influencia del Imperio bizantino en Kíev. En 1030 reconquistó Rutenia y concluyó una alianza con el rey Casimiro I el Restaurador, sellada con el posterior matrimonio de la hermana de Yaroslav, María. 

En 1043, inducido por su hijo Vládimir, Yaroslav dirigió un asalto naval contra Constantinopla. Aunque el ejército de la Rus fue derrotado, Yaroslav alcanzó un acuerdo de paz favorable por el cual los de la Rus tomaron posesión de la colonia bizantina en Crimea y su hijo Vsévolod se casó con la hija del emperador Constantino IX.

Dejando a un lado su acusación por el asesinato de sus hermanos, varios historiadores presentan a Yaroslav como un modelo de sabiduría.

Promulgó el primer código eslavo de leyes, la Justicia de Yaroslav, mejor conocida como Rússkaya Pravda.

Para celebrar su decisiva victoria en 1036 sobre pechenegos y otras tribus nómadas amenazadoras del sur, Yaroslav mandó construir al año siguiente la catedral de Santa Sofía de Kíev, uno de los edificios más representativos del siglo XI, así como los dos monasterios de San Jorge y de Santa Elena en el corazón de lo que se conoce como ‘Villa Yaroslav”.

Otros celebrados monumentos de su reino, tales como la Puerta de Oro de Kíev, sufrieron un grave deterioro.

Yaroslav fue un destacado patrocinador de la cultura y de la enseñanza. Impulsa a clérigos y monjes a enseñar a leer y escribir a sus fieles. Y en música, los diáconos de la catedral de Santa Sofía de Kíev inventan el cántico melismático (varías sílabas por nota musical), ya que la lengua hablada en la Rus no permitía utilizar las melodías de los salmos griegos y el cántico bizantino es silábico (una sola nota por sílaba).

En 1051, y por deseo expreso de Yaroslav, fue proclamado metropolitano de la sede Kíev un prestigioso monje y literato de nombre Hilario (Іларіон), cambiando de esta manera la antigua tradición bizantina de situar a los griegos en las sedes episcopales. El ‘Sermón de la Ley y la Gracia’, es decir del Antiguo y Nuevo Testamento, escrito por Hilario, es a menudo citado como el primer trabajo de la literatura rusa. Su parte central es una patriótica elegía de los príncipes Yaroslav y su padre Vládimir, cuya conversión al Cristianismo la define como de inspiración divina más que por la influencia de Bizancio.

Yaroslav emprende una política matrimonial que une la dinastía de los descendientes del varego Riúrik con las grandes familias reales de Occidente. Signo visible de la importancia reconocida a la joven dinastía de la Rus de Kíev es el matrimonio de su nieta Eufrasia con el emperador romano germánico, Enrique III.

En 1019, Yaroslav se casó con Ingegerd Olosdotter, hija del rey de Suecia Olaf, que fundaría, bajo el nombre de Ana, los primeros conventos de monjas en los territorios de la Rus, siendo a su muerte canonizada por la iglesia ortodoxa.

En la catedral de Santa Sofía de Kíev se puede ver un fresco que representa a la familia entera: Yaroslav, Ingegerd (o Irene, como era conocida en la Rus) y sus cinco hijas y cinco hijos. 

Su hijo mayor se casa con Gertrudis, hija del rey de Polonia; su segundo hijo con Olga, hija del Conde de Babenberg; el tercero con María, hija del emperador bizantino Constantino IX.

Yaroslav casó a tres de sus hijas con príncipes extranjeros: Isabel (Yelizaveta) con Harald III de Noruega); Anastasia con el futuro Andrés I de Hungría y su hija menor, Ana, con Enrique I de Francia. Otra hija puede haber sido la Ágata que se casó con Eduardo, heredero del trono de Inglaterra, y que fue madre de Santa Margarita. Su hija mayor Dobroñeva se casó con Casimiro I, rey de Polonia.

Cuentan la historia que Ana de Kiev era poseedora de una impresionante belleza y una inteligencia extraordinaria. Era una de las pocas representantes de las familias reales por aquel momento que sabía firmar los documentos en lugar de poner una simple cruz. Su firma, ANA PЬНNA (Anna Regina, Ana la Reina), se considera la muestra más antigua de la escritura ucraniana.


Ana trajo de Kiev el ejemplar del Evangelio sobre el que juraron los futuros reyes de Francia en la catedral de Reims. 

Recordando los primeros años de su vida en Paris, los historiadores citan las cartas de Ana a su padre Yaroslav El Sabio:

“A qué país tan bárbaro me has enviado. Aquí las viviendas son muy tristes, las iglesias son repugnantes, las costumbres y los modales son horribles.”

Obviamente, el París medieval no se podía comparar con la exuberante y floreciente Kíev, donde abundaban las iglesias, las bibliotecas y los monasterios fundados por su padre.

El matrimonio del rey Enrique I con una princesa de Kiev le reportó una considerable dote, unas influencias y contactos internacionales muy necesarios y, lo más importante, un heredero – el primogénito Felipe, de la dinastía de los Capetos, una de cuyas ramas continuaría en la dinastía de los Borbones.  

Se dice que fue Ana, amante de los caballos, quien introdujo en las monarquías de Occidente el nombre griego de Felipe ( φίλω ιππος) al imponérselo a su hijo, el primer rey francés de ese nombre. Podríamos decir por tanto que el actual rey de España Felipe VI tiene huella de Ana de Kíev tanto en los genes como en el nombre.

Al final de la vida de Yaroslav, el territorio de la Rus se extendía del lago Ladoga cerca del mar Báltico hasta el mar Negro y desde la confluencia del río Oka con el Volga hasta los Cárpatos y el río Dniéster. En 1054 Yaroslav reúne a sus hijos y divide la Rus en cinco principados, de los cuales el de Kíev ostentaría la primacía. La voluntad de Yaroslav no es respetada por sus hijos y se inicia en 1097 una guerra civil.

El sarcófago de Yaroslav el Sabio fue descubierto en la catedral de Santa Sofía de Kíev. Los antropólogos que examinaron sus restos corroboraron su legendaria cojera producida probablemente por un flechazo

Siguiendo la costumbre rusa de asignarles nombre de personajes históricos a objetos militares como tanques y aviones, el casco usado por muchos soldados rusos durante la Guerra de Crimea fue llamado el "casco de Yaroslav el Sabio”.



MAG/16.11.2014

sábado, 8 de noviembre de 2014

Sviatoslav y su mensaje amenazante


Sviatoslav (Святослав) I de Kiev, nieto de Rurik, hijo de Igor y Olga y padre de Vladimir, nació en 942 y falleció en 972. Destacó por sus incesantes campañas que provocaron el colapso de las dos grandes potencias del Este de Europa, los jázaros y los búlgaros, posibilitando así a la Rus de Kíev el acceso al Mar Caspio. Enemigo de los alanos, a quienes derrotó, y aliado en ocasiones de los bizantinos y de los pechenegos.

En su corto reinado sus tropas, la druzhina, fueron capaces de ocupar el valle del río Volga, la estepa póntica y los Balcanes, convirtiendo a la Rus de Kíev en el mayor estado de Europa del Este, desde el Volga hasta el Danubio. Comenzó atacando a las tribus eslavas vasallas de los jázaros forzándolas a que pagasen tributos a la Rus de Kíev. De acuerdo con las crónicas, Sviatoslav envió un mensajero a los gobernantes viáticos, con la siguiente frase amenazante: ¡Voy a por ti! (Иду на вы), todavía utilizada en la Rusia actual para mostrar las inequívocas intenciones de uno.

Probablemente como consecuencia de los 24 años de regencia de su madre Olga, esperando en la corte a acceder al trono, en 964 Sviatoslav se lanzó a guerrear sin descanso con las tribus vecinas, disfrutando más que de las costumbres palaciegas. En sus incursiones no utilizaba ni carros ni tiendas, durmiendo sobre una manta de caballo y con la silla de montar como almohada. Él y sus tropas se alimentaban simplemente de tiras de carne asadas al fuego. 

En la crónica del encuentro de Sviatioslav con el emperador bizantino Juan I Tzimiskes, un acompañante de éste, Leo el Diácono, describe a Sviatioslav como un hombre de ojos azules, corpulento aunque de altura media, con la cabeza y la barba afeitadas pero con un espeso bigote rubio y largas patillas. Llevaba un único pendiente de oro adornado con un rubí y dos perlas.

En 957 su madre Olga se convirtió al Cristianismo ante el emperador Constantino VII, pero Sviatioslav no lo hizo por temor a que sus soldados, en su mayoría escandinavos, le perdieran el respeto.

Sviatoslav tuvo una numerosa descendencia. De sus esposas tuvo a Yaropolk y a Oleg. De su amante Malusha, una profetisa que vivió hasta la edad de 100 años y que fue llevada de su cueva hasta el palacio para predecir el futuro, tuvo a Vladimir que convertiría definitivamente al principado de Kiev al cristianismo. 


En el verano del 969, Svatioslav dividió sus dominios en tres regiones, cada una bajo la regencia de cada hijo. Con un ejército, que incluía mercenarios pechenegos y magiares, invadió Bulgaria de nuevo, retando al emperador Juan Tzimiskes, quien reaccionó con una contraofensiva, siendo derrotada la coalición de la Rus en la batalla de Arcadiópolis en el año 970. Sviatoslav, vencido, tuvo que firmar un acuerdo con el emperador, en el que prometía abandonar los Balcanes, renunciar a sus derechos sobre Crimea y volver al oeste del río Dnieper. 

Temiendo que la paz con Sviatoslav no durase mucho, el emperador indujo al jefe pechenego Kuria a que matase al Príncipe de la Rus antes de que llegase a Kíev. Sviatoslav fue avisado del complot, pero él hizo caso omiso y atravesó la región de los pechenegos, cayendo en una emboscada cerca de la isla de Khortytsia donde fue asesinado en el 972. Su calavera fue colocada en el cetro de Kurya.

Sviatoslav ha sido un héroe para los rusos, ucranianos y bielorrusos por su éxito militar y sus conquistas.




MAG/08.11.2014

sábado, 1 de noviembre de 2014

Los jázaros y Sefarad

Tras la fragmentación del Imperio Turco Gök, los jázaros (khazars en inglés) emergieron como una potencia regional, creando una red comercial norte-sur y recibiendo tributos de 25 pueblos a ellos sometidos. Implantaron una administración fiscal centralizada que permitió el despliegue de un ejército de 10 000 hombres y una red de fortificaciones logrando así una estabilidad interna y capacidad agresiva frente a otros pueblos de la estepa.

Los jázaros llegaron a controlar un vasto imperio y su influencia se extendió hacia lo que hoy es Polonia, Austria, Rumanía, Hungría, etc., jugando un papel central en las más importantes guerras de la región del Cáucaso. A principios del siglo VII, se unieron con turcos y bizantinos para derrotar al estado persa.


En los siglos VII y VIII, defendieron la frontera del sudeste de Europa de la invasión árabe, permitiendo indirectamente a la Cristiandad sobrevivir en Bizancio y más tarde crecer en Ucrania.

Sobre el 740 d.C. el rey Bulán, adopto el judaísmo por razones políticas, a fin de que su pueblo no desapareciese absorbido por los reinos cristianos desde Bizancio o los musulmanes del Califato de Baghdad.

Sin embargo, los jázaros practicaron una tolerancia religiosa como lo demuestra el hecho de que en el Tribunal Supremo de su capital, Itil, se hallaba representada cada religión principal (Cristianismo, Islam, Judaísmo, y el paganismo eslavo).


El profesor Peter Golden de la Universidad de Rutgers (New Jersey), escribió en su libro Khazar Studies que "A cada escolar en el mundo occidental se le ha dicho que sino fuera por Carlos Martel y su victoria en la batalla de Poitiers, hubiera podido encontrarse ahora una mezquita en el lugar en que está erigida actualmente la catedral de Notre Dame. De lo que pocos escolares son conscientes es que si no fuera por los jázaros Europa Oriental bien podría haberse convertido en una provincia del Islam".

La historia de los jázaros llamó la atención de un famoso médico y diplomático judío español conocido como Hasdai ibn Shaprut, canciller del Califato de Al-Andalus, nacido en Jaén en 910 y fallecido en Córdoba en 975. Enterado por mensajeros bizantinos de que los jázaros estaban gobernados por un rey nombrado Yosef le escribió una carta, en la que le decía: "Nosotros vivimos en la diáspora sin poder alguno. Cuando oímos hablar del poderío de su monarquía, y de su ejército poderoso, fuimos presa del asombro. Alzamos nuestras cabezas, nuestros espíritus retornaron, nuestras manos fueron fortalecidas y el reino de mi señor fue nuestra respuesta de defensa. Cuando estas noticias ganen más fuerza, a través de ella nos elevaremos más allá".

La carta de Hasdai, y la contestación que le envió Yosef, fue descifrada gracias al trabajo del estudioso Yitzhak Aqrish (1489-1578?), otro sefardí exiliado en Egipto. Aqrish descubrió copias de las cartas de Hasdai y de Yosef en El Cairo y las publicó en Constantinopla en un panfleto en hebreo llamado Kol Mebasser, con el objeto de levantar el espíritu de los judíos oprimidos alrededor del mundo.

Otra vinculación de los jázaros con Sefarad aparece cuando David ben Yosef, de siete años, hijo del Qagan de Samandara, es enviado en 1150 a España para estudiar judaísmo en la misma residencia de Moshe ben Maimon (Maimónides) hasta alcanzar el rabinato. Diez años más tarde regresa a Jazaria, donde a la muerte de su padre, accede al puesto de Qagan.

Pero sin duda la relación más estrecha entre un sefardí y el pueblo de los jázaros se encuentra en la principal obra del filósofo y médico español, Yehudah Ben Samuel Halevi, nacido en Tudela sobre el año 1070, considerado como uno de los poetas judíos más destacados en la literatura hispano-hebrea es la llamada El Kuzarí o Libro de la prueba y del fundamento sobre la defensa de la religión menospreciada, escrito entre 1130-1140, y compuesto de cinco discursos. El nombre dado al libro,El Kuzarí, se debe a que el autor presenta en su obra a un rey pagano —el rey de los Jázaros— que quiere conocer la verdadera religión y que, tras acudir a filósofos aristotélicos, a cristianos y a musulmanes, solo encuentra la verdad en las fuentes bíblicas del judaísmo, de las que ya le habían hablado, pero que solamente un sabio judío ortodoxo le revela en toda su verdad e integridad. Así, hace una apología del judaísmo y de lo que llama «la verdadera revelación» y, aún siendo una obra de carácter principalmente edificante y apologético, abundan en ella los conceptos teológicos y filosóficos. Constituye un extraordinario compendio de tradiciones orales y costumbres semitas.


MAG/03.11.2014


jueves, 30 de octubre de 2014

Atila




De origen oscuro, a los hunos se les relaciona con los xiongnu de las fuentes chinas, probablemente una agrupación de gentes nómadas, organizadas militarmente y sin una clara filiación étnica. Sus enterramientos –algunos sobre antiguos kurganes, los túmulos escitas– han sido localizados en las regiones del Altai y en las repúblicas de Kazajistán, Tuvá y Mongolia; en ellos se han hallado característicos cráneos deformados, calderos de bronce, un rico ajuar de los caballos inmolados y puntas de flecha.

En el siglo IV los hunos dominaban grandes extensiones entre los ríos Don, Volga y Danubio, y los mares Báltico y Negro, y habían sometido a los germanos, alanos y sármatas que allí vivían. Por ello, los hunos fueron considerados por sus contemporáneos, según recogen fuentes como Amiano Marcelino o Jordanes, como una raza salvaje, voluble, desleal, apasionada por el oro y de extrema crueldad, que comía raíces y carne cruda, vestía con pieles de ratón salvaje o de cabra, y carecía de viviendas y de dioses, aunque eran considerados buenos guerreros. El poeta y obispo Sidonio Apolinar subraya en su Panegírico a Antemio los rasgos físicos de los hunos, como el alargamiento de su cabeza y la estrechez de sus ojos acostumbrados a abarcar con su vista grandes espacios: «De otra parte, para que los dos orificios nasales no sobresalgan de los pómulos, envuelven la nariz, cuando aún es tierna, en un vendaje para que se adapte al casco: hasta ese punto el amor materno deforma a los niños nacidos para guerrear, de modo que la superficie lisa de las mejillas se prolongue al faltar la interrupción de la nariz. El resto del cuerpo es hermoso en los hombres: tienen pecho amplio, fuertes hombros, vientre compacto».

Apolinar se admiraba de sus aptitudes como jinetes: «De estatura media cuando van a pie, son altos si se les ve a caballo; por eso parecen con frecuencia altos cuando están sentados. Apenas se tiene en pie el niño, separado de su madre, cuando ya un caballo le ofrece su grupa: se podría pensar que los miembros de éste se adaptan a los del hombre, tan unidos se mantienen cabalgadura y jinete. Otros pueblos se dejan llevar a lomos de caballo; éste vive en ellos. Llevan en el corazón los arcos curvos y los dardos; su mano es temible y certera; creen firmemente que sus proyectiles llevan la muerte y su furia está habituada a hacer el mal por medio de un golpe infalible».



A principios del siglo V se consolidó un imperio huno, de la mano de reyes como Ruga y después su sobrino Atila, quien, hacia 445, asesinó a su hermano Bleda y se hizo con el poder absoluto sobre su pueblo. La corte de Atila, situada en algún lugar cercano al río Tisza (en la actual Rumanía), estaba muy lejos del salvajismo que algunos romanos le atribuían. Así lo atestigua el historiador Prisco, que acudió como embajador a la corte del caudillo huno. Según su relato, el asentamiento huno disponía de fuertes murallas y bellos edificios de madera, así como un palacio con suelos cubiertos de alfombras. Allí, el monarca se rodeaba de su harén, de intérpretes de diversas lenguas y de sus fieles, vestidos con ricos ropajes, que en los banquetes utilizaban vajillas de oro en contraste con los vestidos modestos y los utensilios de madera de su rey, un hombre afable y con gran sentido de la hospitalidad. El historiador Jordanes le atribuye un buen gobierno, generosidad y una gran confianza en sí mismo, aumentada «con el descubrimiento de la espada de Marte, aquella espada que habían venerado siempre los reyes de los escitas» y que se convirtió en el símbolo de su poder.

El poder de los hunos, asentados en Panonia (la actual Hungría), se extendía desde el mar Caspio hasta los Alpes; y se basaba en un ejército compuesto en gran parte por germanos, en el que figuraban consejeros romanos (Orestes) y griegos (Onegesies). Atila lanzó primero sus ataques contra el Imperio Romano de Oriente, al cual sometió al pago de gravosos tributos: en 441-43 llegó hasta las puertas de la capital, Constantinopla; y en 447-49 recorrió los Balcanes hasta Grecia.

Para entender la reivindicación de Atila hay que remontarse a principios del siglo V. Cuando los godos saquearon Roma en agosto de 410, se llevaron consigo varios rehenes de alto rango, entre ellos a Aelia Gala Placidia, hermana de los emperadores Honorio y Arcadio. Placidia, de fuerte personalidad y educada entre sirvientes de origen bárbaro, se casó en 414 con el godo Ataúlfo, pero éste fue asesinado poco después en Barcelona. Placidia volvió entonces a la corte de Ravena, donde fue obligada a casarse con el general Constancio. De este matrimonio nacieron Justa Gala Honoria y Valentiniano III, emperador de Occidente.

Según Procopio, Placidia había criado un hijo débil para poder gobernar ella como regente con la ayuda del general Aecio. Pero en el año 437, Valentiniano apartó de la corte a su madre y obligó a su hermana a entrar en religión. También la despojó de su título de Augusta, que permitía a Honoria transmitir el Imperio a sus propios hijos varones, circunstancia de especial importancia dado que Valentiniano sólo había descendencia femenina. Precisamente era ésta la razón por la que Aecio, el todopoderoso general y ministro del emperador, se oponía a que Honoria permaneciera como Augusta en la corte, puesto que su propio hijo, Gaudencio, estaba prometido con una de las hijas de Valentiniano y, por ello, podía aspirar a sucederle.

Honoria inició entonces en secreto una relación amorosa con el procurador Eugenio. Cuando el emperador se enteró, hizo arrestar y decapitar a Eugenio, a la vez que obligaba a Honoria, que había quedado embarazada, a casarse con un viejo senador de Constantinopla, Basso Hercolano, poco sospechoso de pretender el trono. La historia se complicó aún más cuando Honoria pensó pedir la protección del más poderoso soberano del momento fuera del Imperio. En efecto, envió a Atila al eunuco Jacinto, con una fuerte suma de dinero, a modo de regalo para el caudillo huno, y una carta con su sello personal en la que Honoria solicitaba su ayuda para defender frente a su hermano la «herencia» que le correspondía como Augusta. Además, el embajador llevaba el anillo de Honoria como prueba de la autenticidad del mensaje, pero Atila lo interpretó como una promesa de matrimonio por parte de Honoria. Ese «malentendido» justificaba que Atila lanzara una campaña para rescatar a su «prometida» y al mismo tiempo para reivindicar su propio derecho a reinar sobre la herencia de Honora.

Valentiniano rechazó entregar su hermana al caudillo huno, e hizo arrestar, torturar y decapitar al eunuco que había llevado el mensaje a Atila; en cuanto a Honoria, la envió junto a su madre Gala Placidia, que había intercedido por ella.

Entonces el rey huno dio inicio a la invasión de la Galia, incitado por el rey vándalo Genserico a atacar el reino visigodo de Tolosa. Al frente de un gran ejército, atravesó la frontera por Aquicum (Budapest), saqueó ciudades como Maguncia, Tréveris, Worms, Colonia, Reims y Metz y, tras ser rechazado frente a Orleans por mercenarios alanos, se encontró con el ejército de Aecio entre junio y julio del año 451 en un lugar que Hidacio denomina Campus Mauriacus y Jordanes llama Campos Cataláunicos, posiblemente junto a Châlons-sur-Marne o en Troyes.

Los bárbaros paganos fueron los protagonistas de la batalla en ambos bandos. Junto a Aecio estaban los visigodos de Teodorico, los alanos, los alamanes del Rin y, según Jordanes, auxiliares francos, sármatas, armoricanos, liticianos, burgundios, sajones, riparios y olibriones, «así como otros pueblos celtas y germanos» dispuestos a recibir un suculento botín. Atila contaba con un buen número de habitantes de las provincias descontentos, así como con los gépidos de Ardarico, mercenarios skiros, rugios, hérulos y los ostrogodos sometidos de los reyes Alamiro,Teodomiro y Videmiro.

El resultado de la batalla fue dudoso. Según Hidacio, el rey visigodo «fue encontrado muerto» junto con otros 300.000 hombres, cifra a todas luces exagerada. Al parecer, los adivinos habían asegurado a Atila que uno de los jefes enemigos sucumbiría y él creyó que se trataba de Aecio. Pero éste y Atila salieron indemnes. Jordanes, por su parte, cuenta que Aecio se atribuyó la victoria al ver que los hunos se habían refugiado en su campamento.




Los hunos fueron también buenos colaboradores de los emperadores romanos. Intervinieron como mercenarios para reprimir las revueltas internas provocadas por los bagaudas y combatir a otros bárbaros, como los burgundios y los francos. Los más privilegiados formaban parte de la guardia personal de generales como Aecio, que había vivido un tiempo entre los hunos. Incluso Atila fue nombrado general honorífico de la Galia.

La colaboración militar con Roma, sin embargo, no era gratuita. Atila exigía fuertes tributos en oro a los emperadores en concepto de «compra de la paz» en las fronteras, tributos que no era fácil pagar. Además, los traidores hunos encontraron acogida en la corte romana. Todo ello determinó que el rey huno aumentara cada vez más sus exigencias e intentase desestabilizar a los romanos azuzando contra ellos a godos y vándalos, lo que suponía enfrentarse a la política de su aliado Aecio. Además, en el año 450 se descubrió un complot para asesinar a Atila en su corte, organizado por Teodosio II, el emperador de Oriente, y por Edeco, el embajador de los hunos en Constantinopla. Poco después, el sucesor de Teodosio, el militar tracio Marciano, se negó a seguir pagando a los hunos los tributos que se les debían. Atila decidió entonces lanzarse a la conquista de parte de las provincias de Occidente. Pero lo hizo valiéndose de un pretexto especial: reivindicar «el derecho de los hijos de un padre a su herencia». Invadió el Imperio romano y avanzó hasta las puertas de la capital. Su propósito era socorrer a la hermana del emperador, Honoria, con la que deseaba casarse.

Tras la batalla de los Campos Cataláunicos, Atila contaba con suficientes contingentes como para depredar los territorios de Padua, Aquileya y Verona y para amenazar Roma mientras exigía la entrega de su prometida. Según Procopio, fue el papa León I quien, a orillas del río Mincio, cerca de Mantua, consiguió disuadir al huno de sus intenciones. Debió de ofrecerle un cuantioso botín a cambio de retirarse y también debió de convencerlo de que Honoria había muerto –al menos Gala Placidia había fallecido en Roma un año antes, según Hidacio–, con lo que dejaba de tener justificación su presencia en las provincias. A ello se sumaron los estragos que la peste comenzaba a causar en el ejército huno. El supersticioso Atila, además, temía que si asaltaba Roma encontraría una rápida muerte, como le sucedió a Alarico tras saquear la capital imperial en 410. De esta forma se disipó la tormenta que había amenazado al Imperio, al menos por unos años.

Casi todos los protagonistas de la invasión de los hunos sufrieron un destino trágico. Atila murió en el año 453, en su palacio, de una hemorragia que sufrió durante la noche de bodas con la germana Ildico; según los romanos era el justo castigo por tanto daño causado. Las luchas entre sus hijos disolvieron su imperio en unos pocos años. El futuro de Aecio no fue mejor; víctima de las intrigas del eunuco Heraclio, murió asesinado por el emperador Valentiniano, con su propia espada en 454, una extraña manera de agradecer a su general el éxito en la batalla.

La muerte de Aecio, «el último de los romanos», fue llorada universalmente, sobre todo por los bárbaros a su servicio. Dos de ellos la vengaron poco después, traspasando con sus espadas al emperador cuando se encontraba en el Campo de Marte. Más tarde, los vándalos entraron en Roma y se llevaron un importante botín, incluidas la esposa y las hijas de Valentiniano. El Imperio estaba dando sus últimas boqueadas.

La figura de Atila será una de las más famosas entre los pueblos invasores del siglo V. La violencia con que actuaba daría lugar a la famosa frase "Bajo los cascos de su caballo nunca más crece la hierba".

El poderío que Atila había aportado a los hunos, unificando las tribus y lanzándolas a audaces empresas de conquista, desapareció tras su muerte; a las disensiones internas se añadió la peste, que dejó diezmados a los hunos frente al ataque germánico encabezado en el 454 por Arderico, el cual destruyó el imperio del hijo y sucesor de Atila, Elac, y forzó su marcha hacia la zona del Volga. En lo sucesivo, los hunos no volverían a amenazar Europa, e incluso se convirtieron en un bastión que la protegió de la amenaza de los mogoles.



MAG/30.10.2014