sábado, 1 de noviembre de 2014

Los jázaros y Sefarad

Tras la fragmentación del Imperio Turco Gök, los jázaros (khazars en inglés) emergieron como una potencia regional, creando una red comercial norte-sur y recibiendo tributos de 25 pueblos a ellos sometidos. Implantaron una administración fiscal centralizada que permitió el despliegue de un ejército de 10 000 hombres y una red de fortificaciones logrando así una estabilidad interna y capacidad agresiva frente a otros pueblos de la estepa.

Los jázaros llegaron a controlar un vasto imperio y su influencia se extendió hacia lo que hoy es Polonia, Austria, Rumanía, Hungría, etc., jugando un papel central en las más importantes guerras de la región del Cáucaso. A principios del siglo VII, se unieron con turcos y bizantinos para derrotar al estado persa.


En los siglos VII y VIII, defendieron la frontera del sudeste de Europa de la invasión árabe, permitiendo indirectamente a la Cristiandad sobrevivir en Bizancio y más tarde crecer en Ucrania.

Sobre el 740 d.C. el rey Bulán, adopto el judaísmo por razones políticas, a fin de que su pueblo no desapareciese absorbido por los reinos cristianos desde Bizancio o los musulmanes del Califato de Baghdad.

Sin embargo, los jázaros practicaron una tolerancia religiosa como lo demuestra el hecho de que en el Tribunal Supremo de su capital, Itil, se hallaba representada cada religión principal (Cristianismo, Islam, Judaísmo, y el paganismo eslavo).


El profesor Peter Golden de la Universidad de Rutgers (New Jersey), escribió en su libro Khazar Studies que "A cada escolar en el mundo occidental se le ha dicho que sino fuera por Carlos Martel y su victoria en la batalla de Poitiers, hubiera podido encontrarse ahora una mezquita en el lugar en que está erigida actualmente la catedral de Notre Dame. De lo que pocos escolares son conscientes es que si no fuera por los jázaros Europa Oriental bien podría haberse convertido en una provincia del Islam".

La historia de los jázaros llamó la atención de un famoso médico y diplomático judío español conocido como Hasdai ibn Shaprut, canciller del Califato de Al-Andalus, nacido en Jaén en 910 y fallecido en Córdoba en 975. Enterado por mensajeros bizantinos de que los jázaros estaban gobernados por un rey nombrado Yosef le escribió una carta, en la que le decía: "Nosotros vivimos en la diáspora sin poder alguno. Cuando oímos hablar del poderío de su monarquía, y de su ejército poderoso, fuimos presa del asombro. Alzamos nuestras cabezas, nuestros espíritus retornaron, nuestras manos fueron fortalecidas y el reino de mi señor fue nuestra respuesta de defensa. Cuando estas noticias ganen más fuerza, a través de ella nos elevaremos más allá".

La carta de Hasdai, y la contestación que le envió Yosef, fue descifrada gracias al trabajo del estudioso Yitzhak Aqrish (1489-1578?), otro sefardí exiliado en Egipto. Aqrish descubrió copias de las cartas de Hasdai y de Yosef en El Cairo y las publicó en Constantinopla en un panfleto en hebreo llamado Kol Mebasser, con el objeto de levantar el espíritu de los judíos oprimidos alrededor del mundo.

Otra vinculación de los jázaros con Sefarad aparece cuando David ben Yosef, de siete años, hijo del Qagan de Samandara, es enviado en 1150 a España para estudiar judaísmo en la misma residencia de Moshe ben Maimon (Maimónides) hasta alcanzar el rabinato. Diez años más tarde regresa a Jazaria, donde a la muerte de su padre, accede al puesto de Qagan.

Pero sin duda la relación más estrecha entre un sefardí y el pueblo de los jázaros se encuentra en la principal obra del filósofo y médico español, Yehudah Ben Samuel Halevi, nacido en Tudela sobre el año 1070, considerado como uno de los poetas judíos más destacados en la literatura hispano-hebrea es la llamada El Kuzarí o Libro de la prueba y del fundamento sobre la defensa de la religión menospreciada, escrito entre 1130-1140, y compuesto de cinco discursos. El nombre dado al libro,El Kuzarí, se debe a que el autor presenta en su obra a un rey pagano —el rey de los Jázaros— que quiere conocer la verdadera religión y que, tras acudir a filósofos aristotélicos, a cristianos y a musulmanes, solo encuentra la verdad en las fuentes bíblicas del judaísmo, de las que ya le habían hablado, pero que solamente un sabio judío ortodoxo le revela en toda su verdad e integridad. Así, hace una apología del judaísmo y de lo que llama «la verdadera revelación» y, aún siendo una obra de carácter principalmente edificante y apologético, abundan en ella los conceptos teológicos y filosóficos. Constituye un extraordinario compendio de tradiciones orales y costumbres semitas.


MAG/03.11.2014


No hay comentarios:

Publicar un comentario